Me deleita escuchar a marinos en sus relatos porque todos confluyen en el concepto del deber “ser experimentados” para enfrentar al mar. Tienen bien en claro que en su lienzo de trabajo está en juego siempre su vida.

Notas relacionadas:
6 pinceladas de color
Hacer diseño entre lo dicho y lo hecho
La resistencia del letrista

Print

Otro aspecto interesante, es ver como llevan a sus filiaciones sanguíneas al mismo destino de peligro. Todos son familia y se construyen profesionales en torno al respeto y el desafío en su trabajo.
Se congregan los que saben y los que quieren aprender y todo maestro sabe que en su palabra y prédica hay un aprendiz y en él estará el futuro maestro, por eso lo necesita superior.

¿Por qué traigo este tema?

Me corre por la cabeza la idea de la gran responsabilidad que existe al tener el poder de palabra y a la falta de respeto y sentido que estamos teniendo sobre ella.
Ya varias veces hice mención a los títulos facilistas que atraen lectores como osos a la miel y si uno no apela al engañoso cinco cosas que te harán diseñador, no logra su objetivo que es poder difundir un concepto.

Entiendo que hay un mercado que manda, pero también entiendo muy bien que el perfilado del conjunto colectivo es de suma responsabilidad de todos los que tenemos poder de comunicación. La originalidad de contenidos, la mirada incómoda y la actitud reflexiva seguro hoy está fuera de moda y de criterio, y contra eso debemos luchar si queremos que la palabra DISEÑO no muera en la banalización de todos sus sentidos.

Nuestro presente se destaca por la cantidad de información que tenemos a disposición, la inmediatez y la capacidad de producción, pero también se identifica por la repetición de lo mismo expuesto, de la recurrencia a ir a la misma biblioteca (google), de usar los mismos libros (resultados) y mostrar al diseño en una misma y gran góndola de supermercado mono producto. El triste final de todo esto es un montón de nada.

El faro, las estrellas y el conocimiento

Mi navío surca paralelo a la costa y veo en cada destello de luz la referencia, sé en que punto del mundo me encuentro y en que momento me angustio. La angustia me sucede desde el primer día en que asumí como capitán y se repite durante los doce segundos de oscuridad en que mi faro deja de estar encendido.
De aprendiz nunca tomé nota de esa angustia, sabía que mi capitán estaba ahí y velaba por mi vida y la de mis compañeros. Me lo hacía saber en cada consejo, en cada reto, en sus atinadas explicaciones y precauciones.

Como generación bisagra entre lo análogo y lo digital no añoro el pasado por el pasado mismo. Sólo deseo traer al futuro lo bueno del ser aprendiz y todo lo que construye esa comunión con el maestro. Será porque tengo una doble mirada o una doble vivencia que traeré el pasado en cada palabra.

Se nos ha puesto el conocimiento en tiempo de negocio, se ha vulgarizado tanto que un spam ofrece “Diplomado en Photoshop”. Se ha perdido la idea de transmisión del conocimiento para llegar al concepto de adquisición del saber y el único vehículo válido es el dinero y no las ganas de llegar a ser. Los educadores se han convertido en investigadores forenses que ven solo cuerpos muertos y en google buscan encontrar al asesino del copy-paste como entendiendo que ahí está la solución. Gritamos aleluya, en cada hallazgo y damos gracias a la tecnología porque ya sabemos quién asesinó, pero eso no da solución a la ola delictiva que todas las universidades registran en cada examen.
Debemos discutir y repensar la forma de enseñar y aprender, debemos y estamos obligados a volver a pensar y trabajar.

Aprendamos de los navegantes que hoy tienen el gps, los medios de comunicación y eso no les ha dado el derecho de dejar de mirar y estudiar las estrellas, y tampoco les ha dado lugar a no ir de menor a mayor reconociendo que el peor error es quemar etapas y apurarse e ir contra la tradición.

¿Será, que nuestra vida en el diseño no está en juego y nada nos obliga a tener rigor?

La respuesta tal vez de lo que nos sucede hoy es que todos podemos hacer y decir que hacemos. Como describe muy bien el colega chileno Marcelo Alvarez Bravo, “necesitamos menos storytelling y más storydoing, menos relato y discusión, quiero ver más acción, no veo al diseño con resultados, lo veo en conversaciones cerradas y ñoñas, no veo el Valor simple, directo, escalable. Tú entiendes claramente lo que estoy diciendo“.
A esa declamación le agrego que hay más diseñadores o productos de la adquisición de diseño que trabajo real, tenemos más palabras que enunciados y más medios de difusión que ideas originales.

La referencia siempre es necesaria

Claro que es muy necesaria y el faro sigue estando vigente, pero si es sólo el faro nuestra referencia del conocimiento estamos perdidos.
Entendamos que los moke-up ya cansan, las etiquetitas hipster no son una marca y si te vestís con chupines no te hace más creativo y mucho menos diseñador.
Celebro que te suenen mal mis palabras y que me tildes de viejo con olor a naftalina si tenés veinte años, no me preocupa en lo más mínimo porque lo entiendo como una reacción natural. Sí en cambio, me preocupa la idea de que no mires maestros, que no te des cuenta que lo que creés que te vuela la cabeza sin nombre y apellido ya alguien lo hizo hace unos cien años en el nacimiento de las modernidades, con suma identificación y relato.

Tus anteojos de vinilo ya existían, el hiperrealismo viene dando vueltas hace rato y muy poco las cosas han cambiado desde los ochenta a la fecha salvo la amplificación de la visibilidad, la masividad del concepto y una gran herramienta (el ordenador) que sólo ha llegado a nosotros como eso, como un simple medio para trabajar mejor.
Espero que se entienda bien, pero el que no tenga voluntad de producir que se baje, el que no esté dispuesto a frustrarse que no intente ocupar una silla y el que sienta que ya lo sabe todo que tenga bien en claro que está vacío porque en el diseño nunca se llega a saber todo.

En la exponencial expresión virtual de cualquier perfil se debe asumir y saber que nunca se llegará a más del uno por ciento de lo que podemos ser en la vida real.
Nadie AMA navegar, yo no AMO diseñar y si tengo que hablar en primera persona no me reconozco haciendo otra cosa que trabajando de diseñador en lo que me queda por delante.
No me hace débil la angustia de los doce segundos de oscuridad, en tal caso hoy, entiendo que me hace más diseñador, porque así me lo han enseñado.