En el diseño existen ciertos lineamientos no escritos que uno debe observar. Basta con darse una vuelta por las redes sociales para notar qué es lo que los diseñadores detestan hacer y cuál sería la situación ideal para acomodarse exitosamente en un mundo laboral tan competido.

Por nombrar tan solo algunas de ellas: que el cliente pretenda decirle a un diseñador qué hacer sin tener la más mínima noción de comunicación gráfica, que le pida un jpeg en curvas, que haga cambios interminables, que usemos Comic Sans, Times New Roman o Century Gothic y así podríamos hacer una lista interminable. Pero sin duda alguna, el que un diseñador trabaje gratis es motivo de condena sin piedad, aunque muchas veces sea más bien una expiación de pecados, ya que les puedo asegurar que todos los diseñadores profesionales hemos hecho aunque sea una vez en la vida, algún trabajo sin recibir sin siquiera para unos tacos.

Somos seres emocionales —admitámoslo—, más que alguien que trabaja en una funeraria o penitenciaría. Igualmente nos gusta esto más que a la mayoría de los profesionistas, nos apasiona profundamente lo que hacemos, por ello resulta ineludible cuando un cliente nos cuenta su tragicomedia terminando con la idea de que trabajemos para echarle la mano. A veces sucumbimos ante los argumentos y eso nos llena de un placer culposo; nadie puede enterarse que hemos aplicado nuestro talento más por placer que por dinero y muchas veces mentimos para justificar el magnífico diseño que vemos hoy en espectaculares o empaques.

La pregunta relevante es ¿qué tan malo es realmente trabajar gratis? Y comienzo mi argumentación poniendo el ejemplo de Pentagram, uno de los despachos de diseño más importantes del mundo, donde un porcentaje significativo de su trabajo se aplica en trabajos pro-bono, es decir, que no recibe un pago al respecto. Ellos gustan de regalar su diseño a escuelas y universidades públicas, a orquestas filarmónicas, a organizaciones sin fines de lucro, a promotores de arte y cultura y a causas humanitarias. El diseño, aunque no trae un cheque endosado, sí viene con una serie de condicionantes que le permiten beneficiarse de su trabajo. Algunos de ellos son:

a) Un cliente lleva a otro cliente. La publicidad sobre su autoría debe ser una condicionante, el patrocinio así como la ventaja al asignar proyectos futuros que sí generen ganancias.

b) Son proyectos que le dan exposición. No van a diseñar la imagen de una escuela que pueda provocar controversia o donde su giro, estilo o ubicación se preste a debate. Se aseguran que la publicidad y propaganda que genere esté libre de cualquier controversia que pueda surgir.

c) Este tipo de trabajos le permiten explorar ideas, métodos y tecnologías que posteriormente puedan aplicar con otro tipo de clientes. Igualmente, dan pie para que los diseñadores y staff puedan volcar sobre estos proyectos la creatividad y gusto que muchas veces se ve limitado con otro tipo de proyectos.

d) Es una firma económicamente viable. Pentagram tiene un porcentaje específico y bajo sobre la cantidad de trabajo que puede dedicar sin recompensa económica.

Es precisamente el trabajo pro-bono que desarrollan uno de los motores para que la firma tenga el reconocimiento que tiene hoy en día y que de otra manera hubiera tenido que transitar en un recorrido más largo.

¿Y entonces?

¿Por qué se condena tan fuertemente que un diseñador trabaje gratis? Razones hay, y quizá alguna de ellas ya las han pensado mientras leían las líneas anteriores. Aquí tan solo algunas:

a) A diferencia de Pentagram, nosotros debemos laborar en un mercado que no tiene una valorización real del diseño, y por lo mismo, lo pide gratis como si cualquiera pudiera hacerlo, no tomara mucho tiempo o no tuviera la suficiente relevancia. Si piensas en aquellos que te han hecho propuestas de trabajo gratis, se trata de personas que no están acostumbradas a mantener estándares gráficos como parte de una estrategia comercial, no le ven sentido a la inversión.

b) Te ofrecen las mismas expectativas como si te estuvieran pagando. Casi siempre son amistades o conocidos. A la oficina nunca ha llamado un cliente potencial —al que no conozcamos— solicitando un trabajo gratis o pro-bono. El simple hecho que acudan a ti para solicitártelo es porque la propuesta no es del todo honesta para hacerla pública o están inflando las expectativas (nadie llega a pedirte un diseño gratis con un plan de negocios correctamente estructurado).

c) Trasladan tu pretensión económica al plano de la fantasía. Te ofrecen una salida alterna como fama y exposición. Funciona para Pentagram porque lo hacen al revés: buscan la relevancia y escogen aquellos proyectos que más les convienen. En una cultura del regateo como la nuestra, sacar la mayor ventaja implica hacer solicitudes que en otros ámbitos se tomarían como insulto (nadie va a un restaurante a pedir comida gratis porque están empezando un negocio y no tienen dinero).

¿Trabajar gratis o no?

Sigue siendo aún un dilema que supongo solo puedes resolver tú cuando están enfrentando la situación. Quizá antes de decir que sí, puedas hacerte las siguientes preguntas:

1 ¿Quien me solicita el diseño gratis va a generar ganancia económica con lo que yo haga?

2 ¿Existe alguna forma alternativa de pago (una iguala, pago a mensualidades, acciones de la empresa o en especie)?

3 ¿Quien me solicita el diseño sabe del valor que le aportaría a su negocio o me lo pide simplemente porque no ve pagar diseño como una inversión?

4 ¿Qué tanto provecho puedo sacar al ofrecer mi talento sin costo: exposición (real), clientes del mismo círculo, alguna ganancia alterna que pueda obtener de ello, experimentación en ideas, técnicas, tecnologías?

5 ¿Me conviene para mi crecimiento personal? ¿Puedo obtener un provecho real en lo que haga o simplemente voy a disfrutar trabajar con mayor libertad que para un cliente que sí me pague?

Ahí las preguntas, tú tienes las respuestas. Piénsalas antes de decir sí a tu próximo trabajo gratis.

Design Lifer
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.