Con la digitalización nuestro trabajo trazó una línea imborrable en la nueva forma de hacer, hoy pensar en hacer diseño sin las herramientas con las que trabajamos resulta bastante utópico.

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Por grande o pequeña que sea la irrupción de la tecnología es una realidad. Está más que claro que nos aportó un sin fin de beneficios y tal vez todo aquello que podamos pensar y decir los adultos de lo que arruinó o destruyó es no entender que el mundo está avanzando y mejorando todos los días.

cuestiondetiempo

Pero siempre nos quedamos pensando en que el diseño perdió calidad remarcando negativamente que hoy con algunos tutoriales y unos meses de cursada en una facultad ya se está para salir al ruedo y competirle a todo los demás profesionales. Nunca hacemos hincapié o no miramos al verdadero problema como algo que está inmerso puntualmente en el tiempo.

Hablemos de tiempo

En otra salida hice mención a esos cuatro a seis años que los gráficos perdimos de aprendizaje antes de comenzar a bocetar alguna pequeña cosa.

De una nota en un matutino argentino que ya cité en la salida anterior a Diego Golombek le realizan la siguiente pregunta:
“Detrás de cada idea creativa, ¿qué tanto es sudor y qué tanto inspiración?”

Un 100% sudor. Al mismo tiempo, para ese éxito, hay que tener determinadas intuiciones y en general, confiar en esas intuiciones. Pero éstas, de nuevo, son el fruto de haber estudiado mucho un problema. Y acá está el fenómeno que popularizó el periodista Malcolm Gladwell, el de las 10.000 horas. Dice, generalizando mucho, que para ser experto en algún tema, tenés que haber pasado 10.000 horas en eso. Por ejemplo, un gran artista pintó 10.000 horas hasta que le empezaron a salir las obras maestras.

Pensemos en el tiempo

Buscando un poco de información sobre el tiempo desde una visión filosófica decido quedarme con la concepción de San Agustín quien concibe el tiempo como algo desligado del movimiento y estrechamente vinculado al alma, a la vez que manifiesta su profunda perplejidad ante el tiempo al resaltar la paradoja del presente. Si decimos de algo que es presente, estamos afirmando que ya no será y que pasará al mundo de lo inexistente. El presente propiamente no es, sino que pasa, deja de ser, carece de dimensión y solo lo podemos caracterizar relacionándolo con el futuro, que todavía no existe, y con el pretérito, que ya ha dejado de ser. El tiempo es un “ahora”, que no es, porque el “ahora” no se puede detener, ya que si se pudiera detener no sería tiempo. No hay presente, no hay ya pasado, no hay todavía futuro. Por lo tanto, la medida del tiempo no es el movimiento, no son los seres que cambian; la verdadera medida del tiempo es el alma, el yo, el espíritu. El pasado es aquello que recordamos; el futuro, aquello que esperamos; el presente, aquello a lo que prestamos atención. Pasado, futuro y presente aparecen, pues, como memoria, espera y atención.

“¿Quién puede negar que las cosas pasadas no son ya? Y, sin embargo, la memoria de lo pasado permanece en nuestro espíritu.

¿Quién puede negar que las cosas futuras no son todavía? Y, sin embargo, la espera de ellas se halla en nuestro espíritu.

¿Quién puede negar que el presente no tiene extensión, por cuanto pasa en un instante? Y, sin embargo, nuestra atención permanece y por ella lo que no es todavía se apresura a llegar para desvanecerse”.

Tiempo al tiempo

Cuan vacía y alejada estará nuestra queja y exigencia profesional de la dimensión temporal. Tiendo a pensar que hemos dejado de pensar que debemos pasar por esas diez mil horas. Tengo claro que el tiempo no nos tendió una trampa sino que fuimos nosotros mismos los que confundimos todo cuando incorporamos la palabra “fácil” en nuestro vocabulario de trabajo.
El tiempo siempre trae respuestas a preguntas que tiempo antes no podríamos haber respondido y entonces ¿por qué dejamos de confiar en él?

Comparto una idea que siempre me guió desde tiempos de juventud y hoy es parte viva del slogan del estudio que dirijo, incorporar al vocabulario cotidiano la palabra “hacer” porque entendemos que en el haciendo está la clave para dimensionar que el tiempo está estrechamente vinculado al alma.

La idea del tiempo en la formación del diseñador como algo que se vive o se vivió o se vivirá. Es la concepción de que nuestra profesión es parte de un proceso que es imposible que se encuentre divorciada del tiempo.