Hemos establecido con claridad que la creatividad visual y el diseño van más allá de los soportes tradicionales y las pantallas de los ordenadores para trasladarse, por ejemplo, a terreno gastronómico. Así, los platillos y postres de autor suelen tener una impecable y apetitosa apariencia perfectamente premeditada para invitar a su consumo.

Pero tales diseños no siempre resultan ser tan atractivos como se quisiera o a veces sucede que la temática que presentan sencillamente no es atractiva… el problema es cuando su consumo respresnta un gasto mayúsculo que, además, muy probablemente proviene del dinero público.

Probablemente es el caso de las gelatinas decorativas que la senadora mexicana Martha Palafox mando hacer para obsequiar a cada uno de sus colegas legisladores… recuérdese que nuestras autoridades mexicanas, elegidas casi todas ellas a través del voto popular, gustan de realizar gastos con cargo a los impuestos de la gente para adjudicárselos a su propia persona.

El costo de cada una de estas gelatinas, decoradas afanosamente con el rostro de cada uno de los de 128 senadores mexicanos, se calcula en 200 pesos, lo que haría un total de 25 mil 600 pesos. ¿De verdad alguien cree que la creativa legisladora lo puso de su bolso, o lo habrá cargado a los gastos de este organo legislativo federal.

Seguramente este dinero se hubiera podido canalizar a alguna obra mucho más indispensables -un país como México sufre múltiples carencias y precariedades- y la anécdota también pone a pensar a cualquiera: ¿quién querrá comerse una gelatina en la que aperece la fotografía de un legislador? Seguramente ni los mismos senadores.

El caso debe poner a reflexionar a los creativos en gastronomía y también en los de la imagen acerca del tipo de batallas que vale la pena pelear. Seguramente se obtienen buenas ganancias al elaborar productos de esta naturaleza, pero también pueden llegar a generar críticas por su naturaleza misma.