Las fronteras son esas líneas duras en los mapas que nunca se traducen de igual forma en el territorio real. Cuando hablamos de espacios limítrofes, entre estados o países, de hecho hay un acá y un allá, hay reglas y normativas fronterizas establecidas por convenciones internacionales.

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Lo rico e interesante de estos lugares es su intersección donde se dan muchísimas afinidades con el otro por sobre las diferencias que uno podría presuponer. La música, los lazos familiares, la comida, las costumbres populares van y vienen por sobre esa línea, sobreponiéndose a la idea de los de un lado y los del otro.

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Pensar el espacio como un concepto aplicable tanto a nuestro trabajo como a la vida me da la libertad de unir un paso fronterizo con todo eso que pasa en un trabajo de diseño y su excedente más allá del límite de la línea de corte.

En todos estos años que llevo trabajando en el oficio gráfico, he visto y veo la falta de compromiso con la puesta final y el mal manejo de la justeza técnica que se necesita al introducir nuestro diseño al proceso productivo. Para poder hablar de esto seguro que tendré que apelar a títulos grandilocuentes y capciosos por esta necesidad de época donde hay que darte servida la solución de cómo ser diseñador en cinco simples consejos para que encuentres interesante un artículo.

Está muy claro que la excusa más simple e inmediata que se suele esgrimir a la hora de hablar de producción es la de pensar que esa no es una tarea de los diseñadores, o que no estamos obligados a saber que pasa con nuestro diseño una vez que pasa a producción.

Por más que nos pese y desde que nuestro trabajo se ha digitalizado comenzamos a producir mientras diseñamos, es por eso que se recurre constantemente al error de confundir RGB con CMYK, a equivocar el programa adecuado para lo que vamos a realizar y muchos malos hábitos que dan un sin fin de conflictos con el mundo productivo y la democratización de las herramientas de trabajo.

Al excedente o a la también llamada demasía la entiendo como un lugar que respalda mi idea de respeto y justeza con lo hecho, que en definitiva es lo que se verá y juzgará.
Si la demasía tiene diferencias en su ancho, es desprolija o desajustada de una u otra forma estará dejando entrever un criterio de trabajo viciado de imperfecciones técnicas, de posibles desajustes y hasta de desconfianza por quien reciba y deba continuar con el proceso.

El diseño siempre se completa con todo lo que hace al control y a los detalles técnicos, los conformes de pruebas de impresión, la revisión ortográfica, el diálogo ajustado en un lenguaje técnico con nuestros proveedores, harán de lo hecho el verdadero trabajo.

Al infinito y más allá

Cuando uno plantea este tipo de cuestiones suele darse la reacción, a modo de defensa, que quien piensa de este modo es un estructurado, obsesivo y coartado de libertades. Al menos yo entiendo que todo objeto de realización serial tiene internamente argumentos técnicos y ajustados que le darán la capacidad de ser producidos industrialmente.
Qué más representaría nuestro trabajo que el folleto en manos de una persona a la salida de un evento y para que ello suceda y de a cientos, debemos interactuar con un mundo industrial, que habla de aprovechamiento de papel, de hora máquina, de tiempos de entrega, de logística y de aspectos comerciales que muchas veces están alejados de nuestra formación académica que suele ser nula en este aspecto.

Como esa frontera que enfrenta banderas y da lugar a reconocernos de este lado o del otro, nuestra línea de corte establece un allá poniendo en medida a nuestro trabajo, recordándole que tiene los límites de la libertad que no son ni más ni menos que el espacio entre lo posible o lo imposible.
Nuestra línea pone en aviso que el acá depende y necesita del allá, que para suceder es necesario acciones colectivas, construcciones conjuntas y mixturas de conocimientos.

Lo esencial es invisible a los ojos

Así como nos enseñara El Principito, en el diseño toda nuestra operación y gestión tiene que ser oculta, invisible y desapercibida.
Al plantear estos temas suele parecer que estamos hablando de cuestiones primarias, simplistas y hasta arriesgo innecesarias.
Rescato un concepto muy interesante que encuentro en una revista dominical que dice así y puede ayudarnos a enriquecer el modo de pensar: “El motor del conocimiento humano es la curiosidad. Encontrás algo y te preguntás, ¬¿Qué es lo que sigue?”