Para quienes creen que un diseño empieza y finaliza en una simple cosa linda que se mira, aduciendo que es lindo o feo y por último discutiendo su precio considerado excesivamente caro, deberíamos someterlos a un profundo y delicado retiro conceptual y por qué no espiritual, para que puedan reflexionar y quizás encontrar el verdadero valor que un diseñador puede aportar al mundo productivo.

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Vivimos tiempos donde los viejos cuentos de ciencia ficción y películas de cine se están haciendo realidad. Están las piezas de un gran rompecabezas llamado futuro sobre la mesa y solo resta esperar a que se junten para mostrarnos la foto perfectamente armada. Pero no todo es despegar y ascender, también nos encontraremos repitiendo obviedades y películas como “Idiocracia” pasarán a mostrarnos que en nuestro mundo del futuro no todo será un campo de rosas.

Para los que no han visto esta película les cuento un poco, Joe Bowers, un bibliotecario con pocas luces, es elegido junto a una prostituta para participar en un experimento militar de crionización que durará un año. Sin embargo, las cosas salen mal y nunca son descongelados hasta que, por accidente, despiertan quinientos años más tarde en un mundo totalmente diferente.
Ahora, la humanidad ha evolucionado de una manera tan negativa que únicamente se interesa por el comercio masivo y la televisión basura.

El coeficiente intelectual de la población es tan bajo que hasta el mismo Joe se ha convertido en el hombre más inteligente de este planeta idiotizado. Por esta razón, los sorprendidos gobernantes deciden darle el mando con la esperanza de que pueda salvar al mundo de una inminente hambruna.

La imprecisión llena de sentidos y razones a la vulgaridad

En esta frase, me parece que está la forma más clara de poder explicar y desarrollar las problemáticas que encierran al diseño hoy.
Es importante tener en cuenta que todo aquel que alguna vez acuda tras los pasos de la palabra diseño debe realmente saber medianamente que nuestra irrupción será para la mejora de procesos, porque trabajamos desde la mirada reflexiva con nuestra acción proyectual para que las problemáticas a resolver se conviertan en respuestas.

Somos muy caros

Es preferible asustar que intentar persuadir. Aquel que acaricie y quiera de mascota a un lobo sabrá bien por qué y lo respetará.
Repito, somos muy caros porque con ideas podemos hacer ahorrar muchísimo dinero, podemos determinar y muchas veces ir contra nuestros intereses en pos de no malgastar un presupuesto. Como formuladores de preguntas cuestionamos lo establecido y canalizamos nuestra rebeldía entendiendo que si nuestro cliente hoy tiene grandes ventas y el presente parece fantástico si se sigue por el mismo camino mañana sólo habrá una persiana baja y un local menos.

El buen diseño siempre es barato

Es claro que con un par de tutoriales, agallas y tiempo hoy TODOS podemos dibujar, retocar, maquetar un sitio web y muchas de las cosas que un diseñador hace a diario.
Yo también puedo y de hecho tengo un taladro, clavos y martillos pero nunca me acercaré a un carpintero. La mirada conceptual de un profesional que ha sabido equivocarse, perfeccionarse, construirse y reconstruirse nunca será alcanzado por quienes tienen solamente buenas intenciones.
Un reconocido publicitario de mi país en una nota de un periódico decía que no se caza en el zoológico refiriéndose a cuestiones de pautado de medios, pero me parece atinada la imagen para entender esto de salirse del lugar facilista del “mira que bien lo hago” cuando no hemos entendido al menos que estamos haciendo.
El buen diseñador siempre sabrá tener las soluciones necesarias para hacer más económico el desarrollo, minimizando tiempos y errores como así también optimizando los procesos de producción.

El diseño y su omnipresencia

Nuestra vida está rodeada de infinidad de objetos, detalles, documentos y cuestiones intervenidas por el diseño.
Hay diseño en billetes que tienen la capacidad de narrarnos historias, hay formularios que por la intervención de las ideas al cambiar su fuente tipográfica pueden ahorrar mucho dinero al gastar menos tinta, hay volantes en una medida normalizada que por algún capricho podría haber sido un folleto díptico innecesariamente, hay carteles que te orientan para encontrar la salida y el folleto de tu nuevo microondas te explica como calentar tu café en solo un minuto.

En toda nuestra vida hay intervención de forma directa o indirecta de un diseñador y en pos de crecer y defender el buen diseño debemos mirar y mirarnos profundamente todos, los que estamos en carrera, los aspirantes a diseño y los establecimientos de formación. La realidad nos obliga a hacer grandes autocríticas para saber que estamos haciendo bien y que estamos haciendo mal.
La masificación, la ansiedad laboral y la sobreoferta profesional nos están llevando a una degradación que no es buena para la profesión ni para el mercado y mucho menos para defender el buen diseño.