Entro al baño de un bar y en sus paredes me encuentro con una, con dos, con tres, con un puñado de frases muy simpáticas haciendo fiel referencia a la tan mentada queja.

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Ilusionado diseño


Es genial la coincidencia porque justo estoy leyendo el libro de Fernando Del Vecchio “Diálogos con diseñadores” donde este tema sale en las primeras hojas.

Asumamos nuestro pesar y desasnemos juntos un poco este camino que nos es tan familiar a nuestra condición humana y que al parecer a los diseñadores nos calza de maravillas.
Seamos interactivos, te invito a que les des click al enlace y de fondo escuches “Queja de un bandoneón” un tango instrumental interpretado por la Orquesta Aníbal Troilo. Click.

quejoso

Empecemos por las paredes del baño.

Cuando la gente critica o se queja, es que de algún modo han tocado algún nervio en ellos.
Madonna

¿Por qué la gente cree que llorando y quejándose de lo triste que es su vida va a merecerse cualquier cosa mejor?
Xavier Velasco

Había sido un hombre que se deleitaba con lo espantosa que era su vida, y prefería quejarse a cambiarla.
John Katzenbach

Quejarse es la mejor forma de arruinar una relación.
Rafael Santandreu

Sin razón se queja del mar el que otra vez navega.
Séneca

La queja trae descrédito.
Baltasar Gracián

Todo el mundo se queja de su mala memoria; nadie de su poco entendimiento.
David Hume

Nacemos llorando, vivimos quejándonos y morimos desilusionados.
Thomas Fuller

Quejarse es el pasatiempo de los incapaces.
Hugo Ojetti

Una explicación simple vale por dos.
En búsqueda de información acerca de este tema encuentro en un blog de coaching de desarrollo personal unas palabras de Irene Orce que con hermosa claridad nos acerca a un principio de comprensión de esto que nos gobierna y a lo que ella denomina la cultura de la queja.

La queja es una compañera fiel. Nos visita cada mañana cuando suena el despertador. Aparece en todo atasco de tráfico. Nos hace compañía en la cola del supermercado. Siempre atenta, acude cada vez que se da un inesperado cambio de planes. Nos escolta durante nuestra jornada laboral y nos asiste cada vez que oímos mencionar la crisis. Y jamás se pierde la llegada de la factura de la tarjeta de crédito. Es moneda de cambio común en todas las conversaciones. Nos quejamos de nuestros padres, de nuestros hijos, de nuestro jefe, del gobierno y de la oposición… A menudo, cuando algo no funciona protestamos antes, durante e incluso después de arreglarlo. Es así como, poco a poco, entre todos vamos construyendo y perpetuando la cultura de la queja.

Hemos sacrificado muchas horas en el altar de la protesta y el lamento, pero ¿alguna vez nos hemos planteado cuál es su coste real? ¿Qué nos aporta la queja? ¿Cuáles son los resultados emocionales que se derivan de esta actitud? Y ¿de qué manera influye en nuestras relaciones? En un primer momento nos ofrecen una zona de confort, un espacio que nos permite evitar, aunque sea temporalmente, enfrentarnos a aquello que requiere solución. Sin embargo, el consuelo que brindan se evapora con rapidez. La satisfacción de nuestras necesidades depende de nuestra capacidad de resolver problemas, contratiempos y conflictos. Y la queja constante merma nuestras posibilidades y recursos para lograrlo.

En última instancia, cuando nos quejamos no mejoramos ninguna situación. Más bien contribuimos a crear más malestar y potencial conflicto a nuestro alrededor. Eso no significa que no podamos compartir con los demás todas aquellas cosas con las que no estamos de acuerdo, simplemente darnos cuenta de que utilizar la protesta y la crítica a discreción puede resultar altamente perjudicial para nuestra salud emocional y la de quienes nos rodean. De ahí la importancia de hacernos más conscientes de la presencia y los efectos que tienen en nuestra vida, para aprender a regularlas y gestionarlas de manera más eficaz y menos dañina.

¿Es mala la queja?
Si nos ponemos a ver un poco y metiéndonos ya en nuestro oficio, que es sumamente quejoso, no estaría mal si luego de ella pasáramos a la acción. Esta ley le cabe a todo el espectro de la queja.

Digamos o entendamos a la queja como el combustible necesario para el arranque del motor de las transformaciones y gestor de las preguntas para encontrar soluciones.

Del libro de Del Vecchio podemos rescatar esta idea de tratar de disipar de nuestro vocabulario el acto empantanado de la gestión de diseño. Dentro del análisis es muy interesante la lectura que él hace de nuestra imagen, los diseñadores, remarcando que actuamos como niños caprichosos y adolescentes, incomprendidos y maltratados por un ser adulto y malvado llamado cliente.

Las dificultades propias del crecimiento comienzan a aparecer a través de preguntas que manifiestan problemas, a partir de lamentos que manifiestan conflictos, a partir de excusas que manifiestan algún tipo de molestia.

Y si hay alguna molestia seguro lo mejor para encontrar soluciones es entender y analizar que las produce y trabajar en consecuencia como nos propone Irene que con gran sabiduría no invita a pensar que no hay mejor antídoto contra la cultura de la queja que la cultura del agradecimiento. No en vano, nos brinda la perspectiva necesaria para responder de la manera más eficiente, responsable y consciente posible ante los retos e imprevistos que surgen en nuestro día a día. En última instancia, nuestra capacidad de apreciar y valorar lo que sí forma parte de nuestra vida es infinita, tan ilimitada como lo es nuestra imaginación. El reto está en acordarnos cada vez que la tostada cae con el lado de la mantequilla hacia arriba. Y hacerlo también cuando no se nos cae. Incluso apreciar y valorar el hecho de podernos comer una tostada siempre que nos apetezca. Depende de nosotros: podemos decidir saborear la tostada…O quejarnos de que no queda mermelada.

Estoy seguro que desde estas pocas líneas, o desde un escrito de un blog o hasta en un libro extenso no podremos encontrar soluciones inmediatas y mágicas a eso de lo que nos quejamos a diario y de lo que entendemos que está mal en nuestra profesión, pero, si empezamos por poner el espejo frente a nosotros, vernos y comprender que ven los otros seguro, estaremos asumiendo la gestión de nuestras quejas en pos de transformaciones que hagan de nuestra profesión un lugar mucho más cómodo y armónico con el mercado.