Muchas cosas han cambiado desde hace diez años, ni siquiera existía el iPhone. El cambio, como la única constante de nuestros tiempos y el saborizante agregado de las redes sociales, ha sacado de sus agujeros a todo aquel que tiene algo que decir, que vaticinar o que argumentar con respecto a cada etapa histórica, por corta que esta sea y cómo afectará nuestras labores cotidianas.

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En este tenor hemos matado a las revistas así como a todos los medios impresos, hemos estudiado las implicaciones que tendrán las redes sociales en nuestro comportamiento así como el futuro inmediato de la tecnología. Todas estas especulaciones se han venido abajo con cada nuevo invento o adelanto, vemos que efectivamente hay revistas que desaparecen, pero por circunstancias muy distintas al del surgimiento de las tabletas; hemos dejado el teléfono y hoy nos comunicamos con todo el mundo (familia, amigos y hasta clientes) por medio de mensajería instantánea. Ya ni siquiera por correo electrónico.

Pero bueno, finalmente creo que este argumento lo hemos escuchado una y otra vez hasta el hartazgo; sirvió únicamente como preámbulo a un tema que ha cambiado y parece que no nos hemos dado mucha cuenta, y tiene que ver precisamente con este ejercicio que estás teniendo en este instante, y que estás haciendo frente a tu computadora, tu tableta o tu teléfono celular: leyendo en línea.

La forma de escribir artículos ha variado enormemente, quizá de las costumbres que denotan y exhiben precisamente este cambio tan relevante en nuestras vidas: leemos más, pero menos. Hemos cambiado las lecturas de cuartillas enteras por pequeños trozos de texto cada vez más concisos y cortos, las oraciones igualmente se han reducido en extensión considerablemente. Los artículos que acompañan la mayoría de las revistas impresas parecen libros enteros si los comparamos con la manera en que nos hemos acostumbrado a leer frente a pantallas vibrantes que nos hacen leer cada vez más corto.

Tienen mucho que ver las redes sociales: Tuiter con su límite de 140 caracteres, Facebook, Instagram y Pinterest con bombardeos visuales que dejan a un segundo plano las notificaciones compuestas por textos (sin importar lo corto o lo largo), son muestras inequívocas que poco a poco van permeando en blogs que implican textos cada vez más reducidos. Artículos y columnas de periódicos van cediendo en caracteres para atrapar la atención del lector en la misma proporción inversa en la que surgen comentarios de cada vez más personas, en las que pareciera que todos tenemos algo que decir en absolutamente todos los temas.

En resumen, hay más textos, solo que más cortos, hemos encontrado una nueva forma de comunicarnos incluso a través de gráficos como los emojis, de tal forma que podemos armar conversaciones enteras sin necesidad de usar un solo caracter.

Pareciera que estamos parados frente a un umbral en el que los libros, y los contenidos de revistas podrían verse afectados por la cantidad de texto; mientras todos esperábamos su muerte en impreso ante los medios electrónicos, podría darse que la merma esté en sus extensiones, en la manera de hablar y de comunicación, no en el medio en el cual los leemos.

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Design Lifer
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.