Artículo versión 1 (pastilla Azul):
Nota: Plegándome a las pautas y normas del momento voy a expresar una idea potente en no más de trece segundos.

Ser diseñador es “cool” podés trabajar donde quieras, hasta en un parque, sos tu oficina móvil. Eso es realmente cool.
Fin. ¡A viralizar please!

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Artículo versión 2 (Pastilla roja):
Nota: La políticamente incorrecta, la que te va a llevar algo de tiempo asimilar, te va a molestar discutir con vos. En fin algo así como “Difícil pero importante”.

Rara como encendida te hallé bebiendo linda y fatal. Bebías y en el fragor del champán, loca, reías por no llorar. Pena me dio encontrarte pues al mirarte yo vi brillar tus ojos con un eléctrico ardor, tus bellos ojos que tanto adoré.

Así arranca el tango Los Mareados de Enrique Cadícamo, un tema que bien me puede servir para reflejar, a mi modo de ver, la decadencia de la palabra dicha. La abundancia nos está condenando a un vaciamiento intelectual que nos impone el desafío de agudizar la escucha para descifrar y clasificar lo útil, lo importante, lo necesario o fundamental de todo sus antónimos posibles.

Paradójicamente yo, como todos los que estamos sumando palabras pasamos a formar y ser parte de esa saturación de textos girando en el espacio, una democratización del decir, que insisto, debemos celebrar, estando en el ojo de la tormenta se nos hace hoy fundamental recoger para revalorizar la responsabilidad sobre el peso de “la palabra” en pos de capear el temporal tratando de arrojar algo de luz.

El muro habla y las reflexiones intentan traducir.

Voy a tomar algo prestado de un muro y por otro lado quiero rescatar unas reflexiones de Guillermo Jaim Etcheverry para que podamos pensar al menos una respuesta que no tiene por obligación ser inmediata.
En su muro una tajada de vida se desploma en cámara lenta muy esponjosa cual comercial de pan lacteado multifibra desnudándose así: “Como me cuesta lidiar frente a las limitaciones de ciertos docentes… Propongo un usuario (Tatuadora) y un artista (Escher) como puntos de partida de un interesante proyecto (al menos para mí) y tengo que terminar explicándoles que una tatuadora no es un personaje que solo se viste de negro, usa tachas, abusa de las drogas y ama el exceso de maquillaje (En contraposición de su escaso imaginario). Cuando me llegó el momento de explicarles quién es Escher… casi me las morfo!!!”

En sus reflexiones dominicales de La Nación Revista este educador y ensayista rescata el tiempo de espera en tiempos de la cultura de lo instantáneo y fugaz de esta manera: “De pronto, al recordar épocas pasadas, el anfitrión dijo: “¡Qué lindo era esperar!”. En su brevedad, esa frase evocaba una experiencia vital que ha ido desapareciendo. Acostumbrados a esperar para lograr lo que queríamos, en la anticipación que se generaba durante ese tiempo de espera se cifraba gran parte del atractivo que tenía conseguirlo. No siempre advertimos el hecho de que la espera añadía valor a lo esperado.”

Palabras que se unen a mis ideas.

Por edad generacional soy como el ciudadano de frontera, hablo ambos idiomas y me resigno ante la constante búsqueda de identidad asumiéndome bajo la denominación de ciudadano bisagra, con la única obligación de definirme como un profesional en la búsqueda de poder articular la profesión.
En el definir la palabra “articular” me encuentro con: – Unir dos o más piezas de modo que mantengan entre sí alguna libertad de movimiento. – Organizar diversos elementos para lograr un conjunto coherente y eficaz. – Pronunciar las palabras claras y distintamente. – Proponer medios de prueba o preguntas para los litigantes o los testigos.

Encontrar esto me ratifica y me tranquiliza a éste como mi lugar con la identidad de lo que muchas veces expreso. No me es fácil vivir en un ser que se preocupa por la responsabilidad del daño o confusión que puede producir en el otro la palabra mal empleada.

El futuro será el mejor de los momentos.

Se entiende. Nuestro oficio está irremediablemente ligado a lo que aún no existe. En lo que será. Solo puede estar en nuestros sueños. Sentencia Alan Fletcher y desde ahí puedo afirmar con total autoridad que viejo versus nuevo o digital contra el análogo es una discusión tonta como lo es de obtuso desechar del espacio de formación al oficio, a esos cocineros del día a día. Vengo sosteniendo en cada lugar que me toca exponer mi palabra que hemos vaciado la academia de Profesores Maestros, de gente que llega al aula no por un mero acto laboral en pos de un ingreso extra a su alicaído bolsillo sino porque entiende al espacio en rigor de lo que “el tiempo” le facultó para transmitir el conocimiento ajustado.

Hay mucha palabra envasada al vacío, sin la carga que el raspón en la rodilla enseña cuando nos dedicamos a jugar. Los diseñadores como todos, imagino, necesitamos de la oportunidad para ser, sino terminaremos dando talleres, cursos, seminarios de algo que con suerte llamaremos diseño gráfico creyéndose en un “somos” vacío de contenido o sentido común.

El historiador Enzo Traverso en un matutino deja unas palabras que desde otro lugar fotografían algo de lo dicho: “En un mundo sin utopías, en el cual el sistema económico-social, la democracia liberal, la sociedad de mercado y el capitalismo aparecen como algo natural, finalmente no se puede sino actuar como parte de ese mecanismo. Hoy falta una visión utópica que los intelectuales tenían a lo largo del siglo XX. Esa figura del intelectual como crítico del poder me parece que es muy débil hoy y su voz es inaudible.”

Seguramente vamos abandonando la construcción del interior de las personas, esa es la real justificación de la educación en pos de discriminar qué es lo que se necesita.
Para esto Etcheverry rescata un concepto de Zygmunt Bauman: “Qué puede hacer el hombre es tal vez una pregunta que puede dirigirse a la tecnología. Pero qué hará el hombre debe preguntarse a la política, a la sociología, a la psicología”.

Estamos necesariamente obligados a rescatar el tiempo de espera para reconstruir nuestro interior cooptado por el imperativo “no hay tiempo que perder en construcciones laboriosas” hoy hay que ser rápido y sin mucha reflexión.

Si llegaste hasta acá…

… es que percibís que algo de todo esto te sucede, porque sabés que discutís con esa ansiedad incontrolable por pulsar el botón de tu smartphone, pero los que somos bisagras también estamos aquí, en la red para hackear el dígito y traerte a la reflexión sobre el significado profundo que el anfitrión de Etcheverry nos regaló en ese anticuado lugar llamado sobremesa. “¡Qué lindo era esperar!”.

Por mi parte, si llegaste hasta acá no me queda más que decirte “GRACIAS” aunque todo lo dicho no sea de tu acuerdo o gracia.
Porque como describen los que nos estudian, el cerebro del ser humano no está diseñado para la soledad y en la discusión, la reflexión e intercambio de ideas se encuentra el desarrollo cognitivo.

Nos vemos en una semana!