Una de las demandas más grandes que hacen los diseñadores, especialmente en nuestro país, es que la profesión sea más valorada por nuestros clientes. Si nos adentramos en los blogs, en los grupos en redes sociales, prácticamente todos los caminos convergen en este tema: ¿por que la sociedad no nos valora de la forma en que quisiéramos.

MARIO BALCAZAR 2

Tratar de encontrar una razón simple y llana es imposible, los factores que influyen son un laberinto de causas y motivos. Quizá si comenzamos con algunos antecedentes básicos podemos entender un poco la situación, entre los más concisos están, primero, el hecho que somos una profesión relativamente nueva; segundo, la estética es la vocera de nuestro trabajo, lo que el cliente termina viendo es lo que casi siempre cuenta y lamentablemente es muy difícil medirlo o cuantificar los beneficios que implica y tercero, no existe una estandarización que delimite las diferentes calidades y cantidades.

Quisiera centrarme en este último, un síntoma que es alimentado constantemente con el ego del diseñador, su egoísmo y la avalancha de estudiantes listos para graduarse y unirse a una competencia cada vez más saturada. Al ser una profesión creativa, contiene un perfil en el que nos cuesta más trabajo seguir reglas y caminar sobre estándares; resulta además muy cambiante: en la que la raíz de nuestro trabajo, su ejecución y el resultado final ha sufrido variantes con demasiada rapidez —No así un contador, por establecer un comparativo, con quien han cambiado sus herramientas y la ejecución de su trabajo, pero el resultado final sigue siendo el mismo—. Esto resuelve que el diseño es totalmente diferente a la forma en que se practicaba hace veinte años. Antes, por ejemplo, las aplicaciones básicas de una identidad corporativa incluían papel membretado, tarjetas de presentación y diseño de sobres. Hoy, debe incluir banners y aplicaciones de perfil para redes sociales, versiones en RGB y hexacromáticos y la mayoría de los casos, el diseño y programación del sitio web correspondiente, lo cual implica un trabajo interdisciplinario, que al mismo tiempo puede derivar en competencia fuera del ámbito del diseño: mercadólogos, programadores y comunicadores que terminan haciendo nuestro trabajo.

¿Qué se puede hacer para estandarizar el diseño, desde su práctica más básica hasta la forma en que se factura? ¿Es posible fijar estándares? ¿Es factible la unión de todo un gremio tan diverso para practicar bajo políticas unificadas?

Han existido, y existen intentos de crear organizaciones serias como Quórum y CODIGRAM, otros optan por iniciar proyectos mucho más visibles y prácticos como el Abierto Mexicano del Diseño, Design Week, por nombrar tan solo algunos. Habría que considerar los grupos y blogs de diseño, que son hoy por hoy el lugar ideal para iniciar conversaciones sobre nuestra práctica. En grupos como Diseñadores México en Facebook los diálogos y debates se vuelven más profundos y serios —una vez que se logra evitar las provocaciones y eliminar a los bullies—.

Deberíamos pensar en unirnos en temas tan básicos como:
Cuánto cobrar.
Cómo cobrar.
Establecer las buenas prácticas del diseño.
Cómo entregar al cliente (estándares de entregables),
entre muchos otros.

Quizá este debate ha comenzado ya. Ojalá podamos ponernos de acuerdo en cómo hacer nuestra labor, de tal forma que tanto quienes lo practicamos profesionalmente así como los recién llegados, tengamos parámetros mínimos de cómo practicar esto que tanto nos apasiona.

Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.