Recuerdo perfectamente ese día. Habíamos salido a comer todos en la oficina. La secretaria siempre se quedaba a consumir sus alimentos en su lugar, por lo que la puerta de la oficina estaba regularmente abierta. Era un edificio con seguridad, para entrar tenías que registrarte previamente. El piso 12 parecía seguro, así que tuvo una breve distracción y entró a una de las oficinas por un momento. Cuando regresó a su lugar no notó nada extraño, fue hasta que uno de los diseñadores regresó y se dio cuenta que su computadora no estaba. Me llamó para preguntarme si yo me las había llevado. Más tardé en colgar que en llegar a la oficina sin pagar la cuenta en el restaurante (después regresé a pagar, no crean que soy así); tres computadoras habían desaparecido de la oficina y el terror apenas comenzaba.

Cuando te enfrentas a situaciones de ese tipo, realmente la pérdida de un ordenador se duplica al ver que no solo se llevan el producto físico, sino toda la información que llevas contigo. Peor aún, se triplica si tu computadora no está protegida con contraseña: el fatalismo total: La computadora, la información, la privacidad.

Afortunadamente nuestra información estaba segura, fuera de nuestras manos pero con el descanso que si se trataba de unos vulgares ladrones simplemente la borrarían. El primer asunto, la computadora, nos ocasionó problemas mayúsculos. Mi tarjeta de crédito llegó al tope al tener que vagar por todas las tiendas de la ciudad mendigando laptops nuevas para continuar nuestro trabajo.

Al día siguiente fue lidiar con el segundo problema, mucho mayor que el primero: la información. Proyectos que entregar, otros apenas cuajando y una parte de nuestro historial desaparecido. En aquel tiempo teníamos discos duros donde respaldábamos la información de vez en vez. Eso fue un gran alivio, pero tuvimos que terminar un folleto con fotos tomadas por el cliente desde su celular el día de la sesión. El trauma era grande, a todo lo que daba. Te das cuenta de la cantidad de trabajo que generas en una semana tan solo sentándote a contemplar lo que has perdido. Aunque no fue todo, el daño fue considerable.

Quizá todos vivimos muy tranquilos pensando que eso no nos va a pasar, pero no tiene que ser forzosamente por consecuencia de un robo; puede haber una descarga y quemar tu equipo, se puede inundar tu oficina, ser robada en el metro o que se quede en el salón de clases —créanme, ha pasado—.

Del CD a la nube

Hoy en día existen muchas formas de guardar tu información: al principio te podías conformar con hacer respaldos periódicos en CDs, después en DVDs, posteriormente en USBs y finalmente en discos duros. Pero sin duda alguna cualquier método es totalmente ineficaz cuando dejamos nuestra información a un segundo término: para cuando tenga tiempo, cuando se termine el semestre, a final del año, cuando no hay nada que hacer en la oficina.

Si eres usuario de Mac, hace tiempo existe la opción de conectar un disco y crear un Time Machine. Tu computadora hará respaldos automáticos cada vez que guardes un documento, de tal manera que además de que tu información estará segura, tendrás la gran oportunidad de regresar al archivo en la versión que trabajabas un día anterior, en caso de que hayas hecho cambios drásticos y quieras regresarlo a como estaba antes porque el cliente te dijo: «no me aprobaron los cambios, hay que dejarlo como estaba».

Más conveniente aún, si eres feliz poseedor de una red de Apple, puedes conectar un disco duro al router y hacer tus respaldos inalámbricamente. Parece mentira, pero son opciones que aunque llevan años en el mercado, mucha gente los desconoce y termina lamentándose al perder toda su información porque la computadora simplemente un día ya no quiso arrancar.

Finalmente, la nube. Ese pedacito de espacio en algún servidor de Google, Dropbox, Microsoft, Apple, Adobe o algún otro proveedor (yo tengo SugarSync en la oficina y es especialmente útil para trabajar en equipo). La velocidad para transferencia de datos los hacen más que viables hoy en día. Puedes tener toda tu información respaldada no solo por si te roban la computadora: está a tu alcance todo el tiempo, mientras estés en territorio civilizado.

A mí me ha tocado hacer uso de ella para descargar archivos que olvidé al momento de mostrárselos a un cliente, cuando debo consultar algún presupuesto y no traigo mi computadora conmigo (lo hago a través del celular) o simplemente cuando moví un documento de lugar y no recuerdo dónde está. Adicionalmente, hace mucho más sencillo cambiar de computadora, evitando tardes completas perdidas reponiendo la información y configurándola al punto para que se conecte a internet, imprima reconociendo todas las impresoras de la oficina y recuerde mis contraseñas en el navegador.

No existe excusa, hoy en día perder tu información, además de desafortunado te desenmascara como poco previsor, ya que sin gastar un peso puedes respaldar tu información en plataformas como Dropbox, y si tu vida digital está llena de música descargada, miles de fotos, y retoques en Photoshop con archivos de 500 MB, las cuotas para contratar sus servicios son muy accesibles.

Suena muy obvio, pero la cantidad de gente con la información sin respaldo es impresionante.
Así que no pierdas tiempo. Tan solo cierres el navegador, ¡respalda tu información! Créeme, un día salvará tu vida.

 

Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.