Cuando hablamos de que un diseño, en cualquiera de sus índoles, necesita de la sencillez, no nos referimos a la simpleza, sino a la capacidad sintética de sus formas y a la posibilidad de demostrar sus bondades con pocos elementos visuales.

Un buen diseño implica que desde cualquiera de sus ángulos se pueda comprender su función o pueda comunicar su mensaje primordial. Pensemos, por ejemplo, en un logotipo de éxito, que con formas básicas y una selección de color reducida logra identificar a una marca en todos sus características, cualidades y ventajas.

A continuación, cinco recomendaciones básicas para que nunca se deje de lado la sencillez en un diseño que pretende el éxito.

1.- Sencillez desde cualquier ángulo
Las líneas de un diseño requieren ser sintéticas y expresar por medio de pocas formas la esencia y funcionalidad que ofrece.

2.- Selección de color
El dicho “menos es más” aplica perfectamente en cuanto a la selección cromática. Una paleta de dos colores, máximo tres, puede resultar más impactante que un uso indiscriminado y desordenado de tonalidades.

3.- Limpieza visual
Este concepto relaciona al refinamiento que necesitan las formas al ser elaboradas, las cuales no necesitan del rebuscamiento -más bien les estorba- en un mundo que se transforma tan vertiginosamente.

4.- Originalidad
Quien abusa de las formas al desarrollar cualquier tipo de diseño de seguro está retomando líneas y apariencias de otros diseños. Las ideas visuales que surgen desde cero nacen precisamente desde un punto, desde una líneas o desde un color, lo sobrerecargado viene cuando uno se basa en otros conceptos que derivan en una mezcla extraña.

5.- Funcionalidad
La funcionalidad se hace posible a partir de procedimientos sencillos y son desgaste. Un concepto claro y simple resulta más útil que uno recargado o rebuscado. Si un diseño ya es funcional, ¿para qué hacerle adiciones?

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Imagen: Shutterstock