Uno de los momentos más importantes de la arquitectura mexicana, etapa de gran esplendor artístico y producción vasta, sin duda se dio a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando la bonanza económica favorecía a ciertos grupos que se dejaron influenciar por las tendencias europeas, principalmente las que venían de la Belle Époque francesa.
Así, la afrancesada Ciudad de México fue llenando sus nuevos barrios acaudalados con casonas altas que en sus fachadas mostraban profusos trabajos artesanales de piedra labrada, herrerías con mucho detalle, vitrales exquisitos y algunos otros materiales que ofrecían gran impacto visual y mostraban la fuerza económica de sus propietarios, casi siempre de tradición y herencia burguesas.
El estilo predominante fue bautizado como art noveau, que se caracterizó por buscar las formas caprichosas de la opulencia y sintetizarlas en el buen gusto de la época. Se trata de un estilo nostálgico que buscó retomar los elementos estéticos más llamativos de épocas previas, en las que las cortes solían recargar el entorno con excesivos elementos visuales, pero de una manera mucho más moderada y estilizada.
Así, fue sencillo integrar elementos vegetales, zoomórficos, geométricos, curvos y hasta antropomórficos en las fachadas y remates de las construcciones. La Ciudad de México vio nacer en aquellos años, bajo el mandato del general Porfirio Díaz, barrios como la colonia Roma y la colonia Americana -que posteriormente se llamaría Juárez-, las cuales se llenaron rápidamente con construcciones de estilo art nouveau. Otras zonas, como santa María la Ribera y el propio Centro de la ciudad se vieron también influenciadas por este estilo.
En estas zonas pervive un importante número de construcciones con estas características, algunas de ellas en condiciones envidables. ¿Quieres ver algunos ejemplos? A continuación.
