Somos trabajados, moldeados, educados y hasta me atrevo a decir obligados a intervenir el espacio. Somos depredadores de todo aquel lugar que esté vacío en el plano. Nuestro cliente se ofende cuando en un aviso dejamos lugar sin llenar al grito de “¡¡¡¿por qué voy a pagar por una hoja todo esta montaña de dinero si está en blanco?!!!”. Estamos signados a intervenir.
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Y de eso va esta salida de fin de año, irremediablemente vivimos haciendo intervenciones, modificando, torciendo la mirada para ser vistos, cosa que nos obliga a hacer indefectiblemente balances para interpretar cómo es y cuánta incidencia hay de nuestra labor en la distorsión de ese blanco puro.
Que mejor que estas fechas para mirar un poco para atrás, repasar con todos los sentidos en encontrar los aciertos de los objetivos fijados o descubrir todas las razones del fracaso en las asignaturas pendientes.
Llevo en esta salida semanal la intervención sesenta y nueve y guardo aún la sorpresa que se tiene al hacer un viaje que nunca uno imaginó que iba a suceder. Encontré en este espacio la generosidad de quienes aceptaron leer lo que uno interpreta como su mirada del diseño, guardo la respuesta de los que se animan construir el diálogo. Todas estas cuestiones me acercan al poder interpretar que en el ayer de Rousselot y sus problemas para dibujar letras con los cortes de luz del conurbano bonaerense no difieren de las negociaciones que Laura, una colega que me acercó su ¿para qué?, hicieron y hacen de sus ansias por lograr el ser diseñador.
En todas nuestras intervenciones estamos dejando algo de nuestro camino hecho, la honestidad profesional, la pasión del oficio y los deseos de superación luchan en un presente sumamente difícil pero atrapante por lo que implica la magnitud de la empresa.
La academia, no ajena al momento, atraviesa turbulenta las montañas de dudas que el futuro nos invita a responder, se brega por un aula amplia, invertida y plural al tiempo que el estudiante reclama soluciones inducidas, rápidas y efectistas.
Son tiempos para cultivar paciencia, para reformular el discurso pero no el concepto, estamos obligados a volver al diseño, a hablar de diseño y eso nos lleva seguramente a pensar estrategias y tiempos de maduración que debemos aceptar y trabajar.
Es mi obligación en este balance hacia el equilibrio hacer mención de la libertad con la que este medio me deja actuar, seguramente no lo estaría haciendo si existiese algún condicionamiento pero me parece interesante poder ponerlo en la columna del haber como una sana costumbre para todo aquello que se preste hacer.
Seguiré insistiendo con cuestiones que hacen a la idea del imposible acto de decirte desde una columna cómo lograr las cosas de manera exitosa o cómo diseñar genialidades en cinco simples pasos. No lo hago por tira bomba, simplemente porque entiendo y creo en las cuestiones de otra forma. Puede que esté fuera de tiempo generacional pero estoy tan seguro de lo que pienso que me es imposible negociar.
Todos tenemos sueños.
Seguramente, nos puede doler la pérdida de la inocencia al ver un aviso, un pack o una foto, el saber que no la vemos de igual forma que nuestras mamás nos invitan a despertar a que son tiempos de navidad y por un rato está bueno dejarnos entusiasmar un poco por la magia y la ingenuidad del típico HoHoHo!!!. Tengo claro que no soportás hacer una tarjeta más de saludos de fin de año, que ves un reno y te da pánico, que el cliente te insita a hacer algo novedoso cuando la gaseosa líder sabe muy bien que debe ser todo rojo, blanco con un santa regordete y un saludo simplemente sentido.
Pero en fin… renovemos las ganas, luchemos por los sueños, pretendamos imposibles al menos por un rato.
En este ejercicio de balances de blancos proponete sacar en vez de poner, de escucharte y de observar el espacio vacío para descubrir lo hecho, que seguramente no es poco.
Espero que lleguen todos los deseos pedidos, que el nuevo año renueve el objetivo y que el diseñador no muera con la sola idea de poder seguir ofreciéndole al mundo esa pizca de razón al espacio intervenido.
Para todos, ¡felicidades!