Los boletos del Shinkansen —el tren bala japonés, el primero en su tipo, que viaja a más de 300 km/h— tienen como hora de salida las 9:03 de la mañana. Se dirigirá de Osaka a la capital, Tokyo; 500 km entre ellos en un trayecto de apenas dos horas y un cuarto.

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En punto de las 9:03 inicia su recorrido. La gente ya está debidamente sentada, leyendo el diario o jugando con su celular. Los pasajeros de este día son una mezcla entre turistas —me imagino porque no tienen los ojos rasgados—, y muchos ejecutivos. Supongo que viajan de negocios porque vienen acompañados tan solo de sus portafolios o en el peor de los casos, sus tabletas. Son personas que quizá tienen alguna cita de negocios la cual pueden programar con mucha seguridad, sabiendo que los casos en los cuales se han sufrido atrasos han sido únicamente circunstancias extraordinarias, tanto así, que cuando existe algún retraso les dan justificantes en los torniquetes de salida para que los puedan presentar en sus oficinas explicando la situación que vivieron (a mí me pasó en cierta ocasión que hubo un tifón y tuvimos que quedarnos a dormir en una estación intermedia, con un retraso de más de 10 horas porque las vías estaban inundadas). Muchos de ellos regresarán esa misma noche a sus casas y dormirán en sus camas, a tiempo para ver su programa favorito o cenar con sus familias.

No hablo tanto de la exactitud del tren bala, sino de la forma de vida que han construido a partir de la puntualidad. Las juntas de trabajo inician al punto en que son convocadas, los asistentes se ven dos o tres minutos antes para prender sus computadoras, abrir sus presentaciones o platicar sobre lo que soñaron anoche. Y no solo es la hora de inicio de la junta, también está establecido la hora de término. El respeto por el tiempo es excepcional.

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Aquí ya no escribo solo de los japoneses: norteamericanos, británicos o alemanes mantienen los mismos estándares de disciplina. Con todo y que sus sistemas de productividad a veces pueden parecer exagerados o no aplicables del todo en sociedades como la nuestra, con el corazón latino y las relaciones interpersonales llevadas a otro nivel, en muchas ocasiones he podido ser testigo de este tipo de disciplina laboral con un éxito mayúsculo, traducido en reducción de estrés provocada por una mejor planeación y control de actividades.

Y es que cuando asistes con algún cliente/proveedor —corríjanme si me equivoco—, ser recibido a tiempo, comenzar una junta con todos los temas a tratar preparados, presentaciones listas para correr, análisis y resultados debidamente impresos en el lugar que ocupará cada asistente y en el mejor de los casos, con tu botellita de agua, es una gran satisfacción. Saber que la siguiente cita no vas a tener que llamar para avisar que vas retrasado y si todavía te pueden recibir, que no perdiste tu tiempo.

Y es que muchas veces subestimamos el valor de nuestro tiempo sin tomar en cuenta es de las cosas más valiosas que tenemos, especialmente porque es un bien intangible imposible de recuperar. No poder revivir el día de ayer o hacer que una hora dure el doble. Quizá no somos conscientes que como cultura el ser impuntuales y poco formales juega en nuestra contra y no tiene nada que ver con la forma en la cual nos desenvolvemos o con nuestras culturas y tradiciones.

Ser conscientes del tiempo difícilmente nos hará cambiar como sociedad, para ello todos tendríamos que modificar la programación de 110 millones de personas; lo que sí podemos hacer el buscar la manera de ser más puntuales, más explícitos y llegar mejor preparados a nuestras reuniones. Si vas con un cliente nuevo, lleva tu presentación lista para dar play, con el presupuesto impreso incluidas copias para todos. Busca no solo entablar la hora de comienzo de la junta sino también su duración.

Podrás pensar que esto no afectará tu trabajo o tu rendimiento, pero haz la prueba. Llega 5 minutos más temprano, aparta tiempo para ver dónde estacionarás el coche, si tendrás que caminar mucho e incluso un momento de relajación para que no llegues empapado en sudor. Un buen diseño siempre se logrará mejor cuando existan los tiempos necesarios para hacer que nuestro trabajo sea sobresaliente. Si bien es de cultura popular que el diseñador trabaja mejor siempre bajo presión, debe existir siempre un tiempo de valoración, de alejamiento y de evaluación, los cuales son muy difíciles de lograr con el reloj en contra. Dedicar el tiempo suficiente nunca estará en nuestra contra, sino al revés.