Si algo nos han enseñado las Apps en los teléfonos móviles es que su funcionamiento debe ser intuitivo y lógico. ¿Recuerdan cuando los paquetes con programas venían acompañados de manuales de uso tan gordos como los también extintos —casi— directorios teléfonos? Vivimos en la época donde la arquitectura de información y la experiencia del usuario (UX) toman un papel protagónico en el éxito o fracaso de ya sea una App o la forma de armar un escritorio en casa.

Quienes parecen que no les ha llegado esta información es al Instituto Nacional Electoral y a la clase gobernante que se encarga de regular las elecciones, ya que ante el nivel de desconfianza y proteccionismo para que las próximas elecciones estén libres de fraude, han terminado por caer en un sistema de elección que promueve el caos y la confusión, tierra abonada para más conflictos, más confusión y por consecuencia, controversias.

Basta con echarle un ojo a las formas en las cuales tu voto es válido y cómo puedes dejarlo inservible. Y es que la boleta electoral debe estar diseñada a prueba del más inculto,

desinformado e incapaz de procesar mucha información en poco tiempo. Para ello existen dos caminos: el cerrado, reglamentando cada posible alteración a la norma universal, que es cruzar la boleta con una «x» en el nombre del candidato seleccionado, y el abierto, aquel se deja la burocracia y los formalismos excesivos y se aterriza a la población general, aquella donde se le puede poner Jaime Rodríguez o El Bronco. Como instancia pública el INE optó por la primera, la cerrada, que implica, además del diseño de boletas demasiado complejas y llena de formalismos, el diseño de cursos, manuales y capacitaciones con el objetivo de cubrir cada una de las variables que se le puedan ocurrir al más creativo.

La abierta, al ser simplificada, resulta a veces tan simple que se descarta de entrada, ya que además compromete al elector y le da la responsabilidad de ser preciso. En una partidocracia esto resulta impensable, ya que la desconfianza a la trampa debe ser atacada con fuerza bruta, en donde un partido desconfia del otro y terminan pasando la factura al elector.

Hago tres preguntas cuyas respuestas me encantaría tener:

1. Si son 4 candidatos, ¿por qué hay 12 casillas?

Las coaliciones (alianzas hechas entre varios partidos para postular un solo candidato) son el resultado de otra telaraña legal que no nos compete comentar, pero si realmente queremos un funcionamiento correcto, es que haya una casilla por candidato. La gente finalmente va a votar por eso, por un presidente, no por un partido.

De ahí esperaríamos que existan solo 6 casillas, porque a Margarita Zavala ya no la pudieron sacar, y hay que dejar una en blanco para candidatos no registrados (si quieren pueden poner DesignLifer en la boleta, aunque lo más seguro es que se anule y si gano, que sea un pésimo presidente)

2. ¿Por qué no usar el lenguaje del pueblo?

Sabemos que a Jaime Rodríguez lo conocen y lo confunden gracias a su apodo El Bronco con Lupe Esparza, vocalista del grupo homónimo. Sabemos que muchos solo saben que se llama AMLO en lugar de Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué promover la confusión de la gente no poniendo el nombre conocido? La boleta bien podría decir:

«Voto por Andrés Manuel López Obrador / AMLO / El Peje»

«Voto por Jaime Rodríguez / El Bronco»

De esa forma cohibes el exceso de creatividad de algunos votantes y se vuelve el voto más asertivo.

3. ¿Por qué necesitas un manual de formas aceptadas y rechazadas para validar los votos?

Basta el espacio en blanco para los distraidos y otro para explicar de forma clara y concisa cómo emitir un voto.

Permítame, ciudadanos del INE, darles un ejemplo de cómo pudieron ser las boletas electorales (de los colores, tipografía y diseño editorial es material para otra reflexión).

Cuando George Bush ganó la presidencia en Estados Unidos, fue gracias a voto de Florida, cuya boleta se prestaba a confusión, al grado que mucha gente manifestó haber votado por quien no quería. Un caso de estudio del cual algunas entidades parecen no haberse dado cuenta que el buen diseño electoral es eso: claridad, simplificación y universalidad de la información.

Escuchen a los diseñadores, para eso estudiamos, para hacer las boletas más sencillas, más fáciles de entender y por qué no, más bonitas.