—¿Cuál es su proceso creativo?— Pregunta el moderador al diseñador estrella del ciclo de conferencias, en un auditorio repleto de creativos.

—Pues mi fuente de inspiración se encuentra en bla, bla, bla, bla. Y cuando se puede bla, bla, bla, sólo que a veces bla, bla, blablablá y de repente, ¡Pum! Bla.

Tú, como diseñador neófito, escuchas con atención, dejas de pintar garabatos en tu libreta y paras la oreja por si logras captar algo de lo que el diseñador estrella diga que te cambie la vida, desde cómo diseñar o romper el diseño y crear tu propio estilo. En el último bla te pones de pie y aplaudes más que si estuvieras moldeando tortillas.

Después de la euforia, una vez reconectado con la realidad, comienzas un proyecto nuevo y te das cuenta que el proceso creativo de tu ídolo no te funciona, simplemente no logras conectar y un sentimiento frustración inunda tu alma. Lejos de consolarte, te das cuenta que eres un fracasado porque el sistema creativo que sí te funciona no logra dar los mismos resultados. «Quizá mis clientes son más chafas, quizá no tengo los mismos recursos o un estudio de diseño en Nueva York con oficinas en San Francisco y Londres, o ya de perdida en la colonia Roma». El lamento continúa mientras buscas excusas que aligeren un poco ese sentimiento de fracaso. Será hasta el próximo ciclo de conferencias que llegue alguien más a decirme cómo es el proceso creativo ideal, el mismo con el cual pueda aplicar y entonces sí, llegar a ese nivel de diseño tan sublime.

Después de años de repetir esta misma montaña rusa de emociones caes en cuenta que la realidad no siempre es como la pintan. Hace poco platicaba con uno de «esos diseñadores estrella» esperando obtener igualmente respuestas mágicas o mínimo un dejo del mundo superior de los rockstars del diseño. La mala es que lidian con los mismos problemas: clientes informales o que no pagan, problemas de contabilidad y pago de impuestos, esperar más de media hora en las recepciones de los corporativos esperando a que te atiendan y… sorprendentemente, llenos de talacha todo el día con pequeños picos de diseños geniales.

Es muy difícil que el proceso creativo de alguien más se te acomode a la manera en que tú trabajas, realmente el problema está en que nos sentimos aturdidos por no tener este estatus de que la gente se quiera tomar selfies con nosotros. Es inseguridad, pues, lo que nos lleva a vernos como diseñadores incapaces de crear grandes diseños, pero finalmente, quizá algún día llegue y te pares frente a una multitud y te aplaudan a todos los blas que hables sobre cómo trabajas.