DesignLifer: Cultura tipográfica 3

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«Si te gusta el diseño, tienes que ir a Amsterdam». Me lo repetían mis amigos constantemente mientras se les iluminaban los ojos mostrándome fotografías de esta ciudad que ha sabido fusionar lo antiguo con lo nuevo, dándole una vida inesperada a sus pequeñas calles que muestran tulipanes formados en sus canales.

Tuve que ir. No podía resistir las ganas de que me siguieran contando. Amsterdam no me decepcionó. Un país tan pequeño y cuya mayor parte de su territorio se encuentra por debajo del nivel del mar, me salta a la vista no por sus carreteras perfectamente pavimentadas, por sus estrechas calles donde uno se vuelve loco manejando cuidándose más de las bicicletas que los mismos autos o incluso los peatones.

Como buen amante de la tipografía, no podía desperdiciar el tiempo comprando papas a la francesa o quesos (de todas formas lo hice), más bien enfocando mi atención a la forma en que una ciudad se moldea usando la tipografía como parte de la vestimenta con la que se presume al mundo. Los Países Bajos, famosos por el florecimiento de la tipografía moderna no deja de sorprender, sin olvidarse completamente de su pasado gótico las fusiona con el uso cotidiano, en una rica mezcla con las fuentes sans serif y una que otra mecana.

La conclusión es que la tipografía nunca es casual o accidental, así como la forma de vestir de cada uno, hay quienes le dan más importancia a las prendas, pero todos, a final de cuentas, debemos pasar por este proceso de seleccionar si tomamos una playera o una chamarra. Tampoco podemos desentendernos de la tipografía. No es posible dejarla al azar. Crear una señalización implica diseñar un sistema tipográfico —junto con otros factores—, pasando por las manos de un diseñador que moldeará cada elemento, mientras habrá otro que únicamente se dedique a teclear los nombres de las calles en una computadora. A final de cuentas, obvio o no, consciente o no, incluso abrir un documento Word y empezar a teclear implica la banal decisión de usar la fuente por defecto, es una decisión al fin.

Partiendo de este hecho, ¿qué tanto sabemos aprovecharla para construir nuestros entornos? No únicamente el diseño gráfico de algún producto editorial o un anuncio para redes sociales, hablamos de la tienda de abarrotes, del letrero que ofrece carnitas a un costado de la carretera, del pizarrón afuera de los restaurantes con el menú del día y hasta la etiqueta de la ropa.

La tipografía está en todas partes, alguien la seleccionó o la moldeó dentro de un espacio, ¿no es sumamente apetitoso el poder controlar cada uno de esos mensajes con una intención comunicativa más allá de las palabras? Eso es la tipografía, eso es forjar una cultura tipográfica.