Tu primer día de trabajo en una empresa grande puede ser atemorizante, al mismo tiempo que sientes la adrenalina y emoción, especialmente si vienes de empresas pequeñas. El ritual de nuevo ingreso es una serie de actividades enfocadas a que conozcas la historia de la empresa, su conformación, organigrama, una guía sobre fechas de pago, prestaciones, horarios, códigos de conducta, de ética y de vestimenta. Algunas veces hay que salir al campo unos días para vivir la realidad: si trabajas en retail, unos días en la tienda; si en un restaurante o cafetería, vivir la experiencia teniendo contacto directo con el cliente; si es farmacéutica, una salida para acompañar a los representantes de ventas y si es trasnacional, una visita a la casa matriz para conocer la operación a fondo.

En fin, la cuestión es que no logras sentarte en lo que será tu escritorio sino hasta varios días después de haber firmado tu contrato de nuevo ingreso. Pareciera que todo está perfectamente estructurado, que después de años de operación las empresas aprendieron a estandarizar no solo en proceso de nuevos ingresos, sino cada parte de su gigantesco cuerpo.

Hay un formato para vacaciones, para solicitar material de trabajo o para declarar los viáticos; hay sistemas bien establecidos para determinar aumentos y evaluar al personal y hasta para renunciar uno debe seguir una serie de pasos bien delineados.

Y no está mal, es una de las formas para crear una cultura de trabajo, porque no es lo mismo entrar a una empresa que a otra, aunque sean del mismo tamaño y hagan negocio en la misma área. A través de los procesos uno puede conocer su verdadero ADN, cómo se desenvuelven, la importancia que le dan a ciertos aspectos que en otros lados ni siquiera existen.

Después de estar varios años en ella se aprenden atajos, desviaciones y hasta caminos de terracería para solucionar aspectos laborales: cómo hacerse de una computadora más grande, que no se pierda tu taza de un día a otro, cómo tener un mejor lugar en el estacionamiento y la forma de acelerar un pago al proveedor.

Es un hecho que las empresas, por muy grandes que sean, siempre estarán compuestas por pequeños grupos de trabajo, que a su vez funcionan como miniempresas dentro de un cuerpo mayor. En la mayoría de los casos el jefe es quien determina parte de esta personalidad, ya que al final, es quien decide qué tan importante es que te tomes una hora exacta para comer, que puedas escuchar música o faltar medio día porque es el festival de tu hijo en la escuela.

Se convierten en comunidades donde se puede respirar el estrés en el aire o tener un pequeño «recreo» después de la comida, una junta larga o los viernes por la mañana. Steve Jobs, por ejemplo, mantenía un grupo no mayor a cien personas trabajando en un proyecto, porque decía que era su límite para conocer a cada uno por nombre. Y efectivamente, cuando un grupo crece desmedidamente, no tarda en fragmentarse en otros más pequeños, para gestionar y mantener un ritmo de trabajo y resultados.

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Siempre dependerán del estilo personal de los directores y gerentes de departamentos o grupos de trabajo. Son ellos quienes determinan realmente el comportamiento del resto de los integrantes. Está de más decir que no existe una sola empresa totalmente automatizada, que no dependa de una dirección humana, de toma de decisiones con un factor, por pequeño que sea, de la víscera. Y es por ello que seguimos en este juego donde algunas veces nos va bien y otras mal, porque el vaivén económico es provocado precisamente por ese factor humano. Por ello los puestos directivos no se tercerizan, por ello son puestos donde las rotaciones son muy elevadas.

Entender esta dinámica nos ayudará a la larga, a detectar aquellos puntos en donde podemos ser influencia para cambiar las cosas, los procesos y finalmente, darnos cuenta que estar en una empresa grande no implica necesariamente que nuestro trabajo se diluye como ceros después de un punto decimal, todo radica en encontrar la mejor forma de crear conexiones humanas para que todo lo demás fluya.

Si estás en un puesto directivo o gerencial, es imperativa la reflexión sobre los resultados obtenidos —o que desees— con base a la manera en que tu equipo reacciona no a las decisiones, sino a la forma en que tienen planteada la estrategia del grupo, con aspectos en inteligencia emocional y la motivación para ser parte de un equipo de trabajo compuesto por humanos.

Si te encuentras en el otro lado, y tienes detectadas las áreas de oportunidad en tu departamento o empresa, piensa que la estrategia que adoptes para llevarla a cabo debe contener esta parte humana, falible y encadenada a las emociones. A veces el deseo de imponer un proceso o un estilo se toma como una acción unilateral, donde los sentimientos del otro no importan, pero realmente de ello depende en gran parte el éxito o fracaso de una idea, que a la larga puede permear en toda una empresa.

En tanto la sociedad sepa más de diseño, que nosotros de asumirnos como negociantes, no nos alejaremos de los oficios y acercarnos a las profesiones.
Foto: Mario Balcázar Amador
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.