El tzompantli es un elemento visual muy utilizado para los festejos del Día de Muertos por su naturaleza gráfica misma: cráneos humanos colocados en fila y en varias hileras. Si bien su impacto visual puede ser muy atractivo, su origen y significado no resulta tan agradable.

En las culturas prehispánicas, el tzompantli era un elemento real y funcionaba como ofrenda a las deidades. Los prisioneros de guerra entre los distintos señoríos y civilizaciones eran decapitados y sus cabezas eran empaladas para ser colocadas, como la cuentas de un ábaco, para ser exhibidas ante los ojos de todos.

Era una forma de amedrentar a los enemigos y a los propios habitantes de una localidad ante cualquier intento de ataque o rebelión, pero también tenía un profundo significado religioso. Y es que cada cráneo era una alma ofrendada a las deidades de los pueblos originarios de Mesoamérica, lo cual le brindaba un carácter más luminoso a este elemento visual.

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Dentro de la creencia mexica, por ejemplo, se decía que cada una de las personas muertas y colocadas en el tzompantli acompañaban al sol desde el alba y hasta el medio día; después eran relevadas por las almas de las mujeres muertas durante la labor de parto. Por la noche, en el Inframundo, las almas de los muertos acompañaban al sol mientras este permanecía ahí.

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Por lo impactante de su forma, el tzompantli se integró a los relieves de piedra tallada en diversas construcciones prehispánicas mayas, mexicas y de otras civilizaciones y, pasado el tiempo, se volvió un llamativo motivo creativo para ilustrar a las culturas originarias de América y sus tradiciones, como la de los Fieles Difuntos, que integra elementos del lugar con los adquiridos por la influencia europea.

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