Todos los semestres hacemos un libro en la clase de diseño editorial. Cada quien debe escoger al menos 10 diseñadores de trayectoria probada.

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Para evitar controversias sobre quién eligen, les pido que los seleccionados sean de AGI, la Alianza Gráfica Internacional, que conglomera a los mejores del orbe y cuya membresía es solo por invitación. En ella confluyen una gran cantidad de diseñadores a quienes admiro en lo personal, como Ikko Tanaka, Hermann Zapf o Paula Scher.

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Debo hacer una excepción para que puedan incluir al menos un par de diseñadores mexicanos, ya que en AGI solo pertenecen cuatro: Gabriela Rodríguez, Germán Montalvo, Félix Beltrán y Alejandro Magallanes.

Lo verdaderamente trágico de esta historia es que muchas veces deben cambiar a los diseñadores mexicanos por otros, porque no existe el suficiente material en línea para llenar un capítulo con sus trabajos.

Otra prueba fehaciente de lo que hablo la pueden corroborar ustedes mismos en sus páginas favoritas en Facebook, donde pueden correr videos de grandes calígrafos, ilustradores, letristas y diseñadores en general haciendo creaciones geniales con destreza. ¿Cuántos de ellos son mexicanos? ¿Cuántas veces han posteado o compartido el trabajo de un colega conacional?

Y no se trata de un caso más de malinchismo, sino del paupérrimo material que existe de las cosas que hacemos los mexicanos todos los días. El talento existe, si buscamos el trabajo de algunos de ellos como Gabriel Martínez Meave, Quique Ollervides o Ana Victoria Calderón vamos a encontrar muestras lo suficientemente útiles (seguro que hay muchos más allá afuera, pero cuesta mucho trabajo ubicarlos).

Tratando de entender los motivos por los cuales la información es muy escasa o simplemente no hay, y tras haber platicado con algunos colegas sobre esta situación, encuentro algunos factores dignos de resaltar:

1. No tenemos el tiempo de hacerlo

Está comprobado que en nuestro país las horas de trabajo son mucho más extensas que en otros países, debemos trabajar más para ganar lo mismo y simplemente el tiempo restante lo usamos en buscar clientes, sacar trabajos atrasados o hacer otro tipo de cosas.

2. Nos da miedo que nos copien o pirateen la información

En una cultura donde la palabra piratería la recordamos en cualquier esquina o salida del metro, el miedo a que un tercero se apodere de nuestros trabajos es más bien una forma de vida. No tomamos en cuenta que realmente nuestras ideas, por muy originales que sean, siempre podremos encontrar algún parecido por otras que ya circulen por la red, es solo cuestión de buscarlas. Asimismo, el hecho de colocar un trabajo en internet, nos da la ventaja de tener un registro de fechas que es prácticamente imposible de borrar o modificar.

3. No tenemos una cultura global

Pensamos que sí, pero más bien somos seguidores de tendencias globales. No solo en el diseño, sino en muchos aspectos de nuestra cotidianeidad, lo vemos en las políticas que se implementan argumentando que en otros países han tenido éxito y hasta en el futbol, donde copiamos el nombre y formato de los torneos. Si a esto le sumamos que cada día es más difícil ser original, regresamos al punto 2, donde el miedo a ser copiados está siempre latente.

4. No tenemos tantos especialistas

Y los que lo son, no comparten lo que hacen fácilmente. Desde los maestros universitarios y alumnos hasta los profesionistas más apasionados, preferimos postear en Instagram nuestro café matutino a los trabajos más recientes que hayamos hecho.

5. No creemos en el poder de las redes

Parece mentira, pero mientras predicamos el poder de las redes sociales y su trascendencia para impulsar marcas, nos cuesta mucho trabajo aplicarlo sobre nosotros. Afortunadamente son más quienes no solo encuentran trabajo buscando en las redes o sitios de internet, sino que se dan a conocer eficientemente y con mucha más efectividad a través de las redes especializadas como Linkdin.

¿Y a todo esto, de qué nos sirve mostrar nuestros trabajos?

Si estamos buscando una cultura local auténtica, donde podamos ser reconocidos y reconocer a quienes hacen aportes valiosos a ella a través de su trabajo, bien nos conviene colocarnos en donde podamos ser vistos: en Behance, Linkdin, DevianArt, Pinterest y hasta en Facebook. No perdamos la oportunidad de ser reconocidos en nuestra propia tierra, quizá el primer paso para poder posteriormente asociarnos y lograr un impulso mucho más fuerte a nuestra profesión.

Design Lifer
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.