Estos últimos días del año siempre son anormales. Están llenos de celebraciones, comidas, intercambios y convivencias que se van acrecentando hasta la navidad, donde dejamos nuestros trabajos para gozar de unas vacaciones, recibir a familiares de fuera o tener nuevas experiencias.
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Yo siempre he afirmado que ser diseñador es un trabajo de tiempo completo. No porque —como muchos creen— hay que trabajar jornadas interminables, incluyendo los fines de semana o navidad, sino porque a diferencia de otras disciplinas, donde uno puede desconectarse a las 6 de la tarde, nuestra fuente de trabajo se basa en la actividad creativa, que como un músculo, requiere de un trabajo constante y contínuo para no atrofiarse.
Los diseñadores vemos al mundo de una forma diferente con respecto a la gente común: tocamos las revistas y las olemos antes de hojearlas como la gente normal. Buscamos el tipo de letra que se usa en el espectacular del periférico, analizamos el retoque digital del anuncio que está en el aeropuerto o si el anuncio de televisión se hizo usando After Effects. No podemos rehuír esta realidad.
Recuerdo una clase de arte en la preparatoria donde la maestra, al iniciar el curso, nos advirtió que después de esa clase no volveríamos a ver el arte de la misma forma. Tenía toda la razón porque igual, al estudiar diseño, el mundo lo percibimos de manera diferente a como lo ve el resto de los mortales. Somos más sensibles al color, las formas y texturas, y aunque no lo hagamos consciente, nuestra mente —como si fuera un banco de imágenes—, se va nutriendo con cada experiencia y estímulo visual.
Aprovechemos estas fechas para convertirnos en viajeros
Pedro Ramírez Vázquez, el organizador de los Juegos Olímpicos de México 68, cuenta cuando contrató al norteamericano Lance Wyman para desarrollar la identidad. Lo primero que hizo fue enviarlo dos meses a recorrer toda la república. Cuando le preguntaron en son de crítica por qué le daba vacaciones antes de trabajar respondió: cuando uno no es del lugar, lo primero que salta a la vista son las diferencias, lo que no es común. Basado en ello, podemos aprovechar estas fechas para convertirnos en viajeros, en turistas —no hay abandonar la ciudad donde vivimos—, solo hacernos sensibles a los cambios, al ambiente que impera y a lo que no es normal para poder absorber lo más posible.
Un diseñador viajero siempre será más creativo, enriqueciéndose de más cosas con respecto a quien nunca se mueve de su entorno.
Finalmente, un agradecimiento
Este ha sido un años de retos, incluyendo éste. Cuando Paredro me hizo la invitación para participar en este espacio, más que un honor el compromiso ha sido la labor de reinventarme en cada artículo, de pensar en un tema cada semana, lo que termina siendo un ejercicio de creatividad extrema, por lo cual estoy agradecido, porque me ha permitido pensar, imaginar y escribir cosas nuevas, he aprendido mucho. Muchas gracias Paredro y feliz navidad y que el 2014 sea el mejor de los años.