El nacimiento de las máquinas de escribir permitió que cada vez más gente no tuviera que depender de lo bien o mal hecha que estuviera su letra para que se entendieran sus escritos. Redactar cualquier cosa en una máquina de escribir implicaba mayor velocidad sin sacrificar la legibilidad o el cansancio que producía empuñar una pluma por horas.

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La evolución de los medios digitales nos va alejando poco a poco de escribir con letra de molde, al grado que hemos reducido la experiencia de tener una pluma en nuestras manos solo cuando estamos en la escuela (y eso es subjetivo) o cuando firmamos el voucher de la tarjeta en algún restaurante. Es irónico, pero también hemos sustituido en gran parte el uso de los medios sonoros como el teléfono para mandar mensajes escritos o correos electrónicos. Hemos tenido que aprender nuevas formas de escribir con teclados mucho más apretados en los teléfonos, de tal forma que nos basta tan solo el uso de los pulgares para poder escribir hábilmente.

Sin lugar a dudas esto hace que de alguna forma escribir se vuelva cada vez más escaso, convirtiendo gran parte de ello en una expresión cada vez más artística. Y me refiero a la caligrafía, ese arte de dibujar la letras en lugar de solo escribirlas.

Hace poco más de cien años, la caligrafía era un símbolo que distinguía a los profesionistas y personas con una cultura por encima del promedio. El poder de redacción debía tener un equivalente más visual a través del adorno de las letras, y que podemos ver en documentos históricos redactados a mano, aún y cuando se trate de cartas o escritos sin tanta relevancia.

Todo esto va provocando que la caligrafía se convierta, una vez más, en una ejecución artesanal de la letra, finamente adornada y cuyos elementos —las letras— se van complementando de forma única para producir composiciones únicas. Una invitación, un cartel o un logotipo no encuentra igual cuando ha sido producido en exclusiva para el texto en el cual se vierte y que a diferencia de las tipografías generadas en la computadora, le dan un realce totalmente personalizado.

caligrafia_kateforresterEjemplo de caligrafía por Kate Forrester

Los calígrafos y letristas de hoy (este término lo he utilizado para sustituir el de rotulistas, que a veces podría tener una connotación más cercana a los muralistas y artistas callejeros) son personas que cumplen el propósito que se exige hoy en día, aunque pareciera que no, de ser auténticos y únicos. En caligrafía, no existen dos letras iguales y partiendo de ello, todas las producciones mantienen ese sabor que pueda marcar la diferencia dentro de un mundo unificado.

caligrafia_westminsterAplicación caligráfica sobre una lápida en la Abadía de Westminster, Londres.

Y si no sientes esa pasión por la caligrafía, de cualquier forma, el practicarlo constantemente permite un mejor funcionamiento como diseñadores, en cuanto a la conceptualización y ejecución de ideas, desde nivel boceto hasta un dummy final. Hagamos caligrafía.