En una etapa de mi vida profesional me tocó diseñar folletos para tiendas departamentales. Recibías un archivo en excel, junto con las fotografías de los productos y te dedicabas a armar el folleto, como si se tratara de un rompecabezas, jugando con los tamaños y posiciones, haciendo que todo fuera encajando a la perfección. Al final rematabas el trabajo colocando elementos estéticos que tuvieran que ver con la temporada, incluyendo las señalizaciones y gráficos promocionales.

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Terminar este diseño y entregarlo para revisión sería como el triunfo de un trabajo más entregado, y aunque faltaban únicamente las correcciones parecería tan solo pecata minuta para poder entregar a la imprenta. Después de algunas entregas esta sensación se fue desvaneciendo. Si me hubieran dicho desde un principio, no habría creído que el proceso de cambios y correcciones devoraría dos teceras partes del proceso de diseño.

Lo que comenzaba siendo un trabajo muy minucioso por acomodar los elementos buscando la perfección, terminaba en un acomodo sin cuidado, con el hartazgo de haber modificado la página varias veces, de haber cambiado precios, descripciones, de haber retocado imágenes e incorporado productos de última hora; todo con el mensajero esperando en la recepción, a altas horas de la noche y extrañando dormir aunque sea un rato.

Pero lo que realmente me calaba de este proceso, era recibir las correcciones rayoneadas en impresiones láser, donde se pedía un cambio y luego de tachoneaba, después se volvía autorizar, compartiendo espacio con otro cúmulo de correcciones, muchas de ellas ilegibles o sobre las partes impresas, volviéndose confusas.

En una página podría haber 10 o 20 correcciones, de las cuales —inevitablemente— se me escapaba alguna de ellas. Lo que seguía era esperar los reclamos por estas omisiones como si hubiera estudiado cómo decifrar correcciones y leer mentes de compradores.

A veces a estas correcciones aumentaba el grado de dificultad, cuando te hacían anotaciones sobre versiones anteriores que ya habían sido modificadas previamente o cuando se complementaban comentarios de varias personas sobre un mismo producto.

Seguramente estas historias les serán familiares a prácticamente todos los diseñadores que han tenido que trabajar con impresos. Lo que pareciera ser el proceso de correcciones como algo corto y sin trascendencia siempre termina ganándole a todo el proceso creativo. Con el tiempo me he dado cuenta que es inevitable, incluso muchas veces hago que los diseñadores a mi cargo tengan de hacer correcciones sobre objetos ya corregidos por mis propias instrucciones. Es parte del paquete.

Pero lo que realmente debemos tomar en cuenta de nuestras propias experiencias, es que el proceso de correcciones siempre merece tener un espacio muy grande en nuestro cronograma. Y aunque ya el proceso creativo ha sido concluido en casi en su totalidad, son nuestra experiencia, orden y técnica donde somos exigidos.

Por ello, a continuacion enumero algunos de los puntos que debes tomar en cuenta para cuando tu trabajo implicará largas sesiones de correcciones (o sea, el 90 por ciento de las ocasiones):

1.- Al hacer tu cronograma, plantea el proceso de correcciones mínimo al 50% del tiempo.

2.- Mientras más gente está involucrada en la toma de decisiones, las correciones se elevan exponencialmente.

3.- Comienza a armar tu original como original mecánico, con rebases y revisando la calidad de las imágenes desde un principio, quizá cuando la mandes a imprenta ya no tengas tiempo ni ganas de revisar todos los detalles,

4.- Cuando tu trabajo será sensibles a muchas correcciones, plantea un diseño flexible, donde puedas realizar modificaciones sin tanto sufrimiento, o tendiendo que hacerlas saltando de un programa a otro.

5.- Ante cualquier duda de interpretación en las correcciones, es mejor aclararlas en ese mismo momento, en lugar de ir acumulando dudas.

6.- Busca la forma de blindar tu trabajo contra correcciones innecesarias, como apreciaciones personales (nunca falta quien prefiere que el fondo sea azul porque verde no le gusta). Busca fundamentar desde el principio aquellas decisiones que pertenecen ünicamente al ámbito del diseño, como el color o la tipografía.

En la próxima entrega estaremos abordando el tema de cómo tener procesos y flujos de trabajo más ágiles y certeros.

Design Lifer
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.