Todos por algún lugar o forma debemos empezar en algún momento a armar nuestro portafolio.

En mis comienzos, allá por los ochenta, la idea era la de hacer “carpeta” para progresar laboralmente y todo lo que se consideraba bueno se sabía que iba para ese lugar.

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Se trabajaba mucho cada pieza y se ponía especial atención en que nos fuera útil para ubicarla en ese espacio de promesas.

portafolio

Todo era sumamente diferente, de hecho era una verdadera carpeta con todas las letras, con solapas y de tamaño considerable. Había que estar constantemente trabajándola, arreglándola y volviendo a pegar lo que se despegaba por el paso del tiempo.

Se podría decir que quien viera nuestra muestra, realmente se encontraría con la fiel personalidad del autor, además de saber a ciencia cierta del conocimiento e idoneidad para trabajar del postulante.

Para mí, que para aquel entonces era pasador, ver las carpetas que mi director de arte observaba de futuros postulantes para alguna oportunidad laboral me introdujo realmente bien en saber qué miraba y buscaba el que juzgaba y como se debía preparar una buena presentación.

Entiendo que el método de observación será siempre un gran formato de aprendizaje para quien se plantee cuestionamientos a la hora de empezar a descubrir sus propias respuestas.

Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago.
Debo confesar que nunca me gustó esta frase, me parece vacía de compromiso y de una vulgar justificación.

No me agrada, pero para hablar de la situación actual se me hace muy ajustada y llena de guiños realistas de nuestra propia época.

Vivimos en un proceso donde hay más palabras que hechos, estamos sobresaturados de profesionales que solamente han encontrado lugar para el diseño en ámbitos educativos más que en el verdadero espacio para el que se han preparado.

También entiendo, a contrapartida de lo que expreso, que en el afán de poder hablar de diseño todos los espacios son válidos para ejercerlo si realmente no aparece el apropiado.

El hoy está plagado de docentes/profesionales envasados al vacío con escaso y casi nulo rozamiento con el viento, ese que genera ásperas fricciones que distan muchísimo con lo visto y dicho en ámbitos universitarios.

Suelo escuchar a docentes y catedráticos hablar con la soberbia de quienes solamente tienen un espacio de poder, que defienden a capa y espada posturas o críticas, sin tener la mínima herida que produce la lucha cuerpo a cuerpo al someter un trabajo a la relación de tensión que un cliente le representa.

Ojo, soy docente y tengo muy claro como actuamos a la hora de juzgar el trabajo ajeno.
Nuestra crítica debería llevar la humildad del saber lo que cargamos sobre nuestras propias espaldas. Del reconocer como es nuestra carpeta y de lo que cuesta hacer piezas válidas, probadas y aprobadas.

Hoy es muy difícil encontrar verdaderos Docentes con la categoría de Maestros en un aula, esos que pueden mostrar en cada arruga de la piel como es que se trabaja.

Hay muy poca capacidad resolutiva y eso se puede apreciar en los últimos tiempos, la lenta extinción del oficio se está empezando a hacer sentir y solo el tiempo dirá, si lo que hoy estamos desechando o dejando de lado estuvo bien o mal.

La carpeta
A mí siempre me gustó trabajar para el producto, el cliente y para el usuario, que son en verdad los destinatarios y merecedores de nuestro trabajo.

No concibo, ni acepto en mi postura e ideología esos portafolios hechos con propuestas ficticias o de trabajos de graduación dado que no reflejan la pluralidad que los diferentes clientes le aportan a nuestro trabajo.

Siempre fui el principal crítico de mi gestión de trabajos, hice y hago un fuerte trabajo de observación retrospectiva para resolver, si lo que se realizó y estoy realizando conserva una coherencia evolutiva que haga sentirnos en un valioso proceso profesional.

Un dato curioso
De la segunda encuesta PyME + Diseño producida por el CMD y la Fundación Observatorio Pyme, extraigo un dato que me parece significativo por lo opuesto a las creencias. Ahí se expresa que el 36% de los encuestados del área metropolitana de la provincia de Buenos Aires y del territorio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que contrató en estos dos últimos años diseño a un diseñador, considera como principal factor al seleccionar a uno, que pueda comprender las preferencias y necesidades de la empresa y que solo a un 7,8% le interesa el prestigio profesional. Es como afirmar, en otras palabras, que pocos tienen en cuenta lo hecho por nosotros en nuestro recorrido laboral.

Es muy raro pero muy real esta curiosidad, no se compra ni paga por la experiencia que tengamos o por lo probados que estemos como profesionales. Hoy se apuesta a costos por los costos mismos y se asumen los riesgos de maltratar la comunicación visual con el fin de ahorrar en diseño.

A mi entender vivimos el ocaso de la profesión como tal la consideramos, vamos a un espectro nuevo que intuyo deberá reclasificar el significado de la palabra DISEÑO como así también de la forma en que mostramos nuestros quehaceres.
Igualmente y sin querer sonar como un viejo enamorado de la nostalgia, trabajar para generar una sólida carpeta que hable visualmente de quienes somos, será siempre muy útil a la hora de poder autoanalizarnos y poder realmente entender de manera crítica en pos de mejorar siempre.

Creo fervientemente, en que aún estamos a tiempo de revertir las cosas, ya que no hemos perdido nuestra identidad y misión profesional, y que si trabajamos fuerte en sostener y construir conceptos como “escucha lo que digo pero por sobre todo mira lo que hago” vamos a poder creer en seguir trabajando de diseñadores, porque nos empezaremos a preocupar mucho más por alimentar nuestra querida y hermosa carpeta que por hablar tanto.

Espero y deseo que los sueños sean el hambre que alimenten la sana ambición de tu portafolio. ¡A trabajar!