El Super Bowl se juega sobre terreno neutral, es decir, ninguno de los dos equipos es local. Eso da la oportunidad a la NFL (National Football League) para adueñarse del diseño en cancha. Cada una de las dos zonas de anotación tiene el logotipo del equipo que juega, así como el símbolo de la conferencia a la que representa. El medio campo ostenta el escudo de la NFL y las yardas 25 de cada lado el logotipo del Super Bowl, en esta ocasión su edición XLIX (49, para quien no se le da los números romanos).
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Yo sé que me tirarían de loco si les comento que siempre me he fijado en esas cosas desde que era niño, por eso no lo voy a decir, solo les comentaré que la tendencia de los últimos años ha sido hacer el logo cada vez más grande. Tanto, que en los últimos años el diseño del escudo parece estar a punto de tocar las líneas largas que van de lado a lado del campo. Hace apenas diez años sus tamaños eran casi al 50%.
Como diseñador editorial este tipo de situaciones me alteran un poco, especialmente porque esta sensación de que el escudo apenas quepa en el diseño del campo no deja margen de error y pareciera estar demasiado forzado.
Pero fuera de esta anotación meramente personal, reconozco el profesionalismo de uno de los mejores departamentos de diseño y mercadotecnia que existen, que es el de la NFL, en la que nada se deja al azar, por lo que este hecho no pasa desapercibido o sin alguna razón de ser. El motivo en especial lo desconozco, pero a manera de compensación por no poderles dar una razón tan precisa, sí les puedo decir que la presencia del logo es imprescindible, que resulta obvio que ante tal oportunidad de presencia en el mercado se desperdicie una oportunidad de tan grandes magnitudes, dejando el campo sin una clara señal de posicionamiento de la liga.
Por ello, creo que resulta relevante que hablemos del diseño del cartel del Gran Premio de México de la Formula 1 que se correrá en el próximo mes de noviembre. Al igual que en el tema anterior, desconozco quien fue el diseñador de este gráfico, aunque entiendo perfectamente que uno de los clientes es el Gobierno de la Ciudad de México y la Secretaría de Turismo, además de los organizadores.
El diseño de un cartel a esta escala resulta una oportunidad para aprovechar lo más posible la capacidad de penetración que tendrá en el público internacional, todos potenciales turistas de nuestra hermosa ciudad, por lo que de la misma forma su contenido se vuelve un escaparate para demostrar lo que somos. El problema con ello está en el hecho de que pareciera más que un cartel, un catálogo de posibilidades para visitar y vivir esta ciudad. Tenemos al Ángel de la Independencia, la Pirámide del Sol y el Palacio de Bellas Artes, junto con un auto de carreras.
En una nota, donde trato de disimular mi frustración a través de una broma, afirmé que al cartel le hicieron falta más elementos para poder realmente representar el alma del Distrito Federal, como la Torre Latinoamericana, el Barrio de Tepito y hasta una micro (así le decimos al transporte público). Algunos amigos enriquecieron la lista añadiendo un luchador y al vendedor de tamales oaxaqueños con tan peculiar sonsonete.
Lo triste de este caso está en la oportunidad desperdiciada de ser un poco menos literales y más retóricos sobre realmente mostrar el alma de lo que podría significar que este evento se celebre en la ciudad de México, y que lo diferencie con el Gran Premio de Monaco o de Brasil. El cartel tiene la mitad del camino andado con una gama de colores que finalmente logra desprenderse del verde, blanco y rojo, mostrando formas geométricas muy usadas actualmente de una forma no tan cliché, pero cayendo en los lugares comunes que lo convierten en una pieza mucho menos interesante de ver y discernir (como debería ser cualquier cartel). Se deja pasar la oportunidad de mostrar el alma de una ciudad sin mostrar el cuerpo, cayendo en la sobresaturación de elementos y los lugares comunes.
Si este modelo lo replicáramos en la NFL, el campo de juego tendría, más allá de los logos de la liga, del Super Bowl y de los equipos, los de los patrocinadores, un cactus representativo del desierto de Arizona y una foto de Katy Perry. Aunque se traten de formatos totalmente distintos, el mensaje está en aprovechar el medio para dar mensajes mucho más concretos que finalmente resalten el evento, sin distracciones ni parches, cuya esencia pueda estar impregnada en el diseño mismo, sin la necesidad de clichés u oportunismos, como lo comenté anteriormente, una oportunidad desperdiciada.