¿Cuándo se aprende a decir que NO en el trabajo?
La duda es si se aprende o si aparece un día en nuestra respuesta de forma repentina.
Como trabajador independiente diría que la razón para dar como respuesta un NO a un trabajo es casi imposible o remota en primera instancia.

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Pero un día sin darte cuenta te encontrarás procesando esta palabra que hasta ayer ni estaba en carpeta.
Entiendo que la experiencia, por no decir la edad, te va llevando a esa maduración para entender que hay instancias que no suelen tener final feliz antes de empezar.

He muerto muchas veces acribillado en la ciudad, pero es mejor ser muerto que un número que viene y va.
Este pedacito de una canción muy vieja de Sui Generis “El fantasma de Canterville” me da la excusa perfecta para quizás entender las razones por las que uno un día entiende lo importante de saber decir NO.

Nada es fácil y menos gratis
Llegar al punto de pensarse extinto antes que usado, describe a las claras un debate profundo y sumamente íntimo que reconoce un costo no menor en la decisión a tomar.
Hace un tiempo, digamos unos tres años que incorporé el NO en primera persona, “Yo eso no lo hago o yo a eso no me presto”. Estos ejemplos no están ligados directamente a un trabajo puntual, sino que muchas veces los he puesto en el objetivo o estrategia pensada.

Cuando ese NO se aplica a la primera persona pero del plural implica correr serios riesgos y más importantes, porque tomar la palabra por otros puede ofender aunque no esté en el enunciado su intención, sumado a esto los debates en redes suelen derivar a la respuesta sin análisis mal interpretada o entendida como algo personal.
Pese a estos riesgos, creo que los que ya estamos un poco más curtidos, debemos asumir el papel de llamar al despertar en donde se pueda o deba para defender el futuro de ésta, para mi extinta, profesión.

De un tiempo a esta parte
Veo, leo y sufro cada vez más en primera persona lo mal tratada que están las competencias en el oficio del gráfico. La modernidad nos ha llevado a confundir o igualar a la profesión del Diseñador con marcas de software o equipos tecnológicos. Tengo la paciencia colmada de escuchar la expresión típica con estilo bien porteño “Sos un genio” luego que los sacaste del pantano sin entender que lo que hiciste es lo que te hace profesional y que por eso ganas dinero para vivir.
Esto pasa porque se ha asumido que el software lo hace todo. Y es verdad. Lo que también es verdad es, que lo hace igual que el lápiz, la regla T y demás utensilios, como cuando trabajábamos en un tablero, pero mucho mejor, más rápido y eficiente.

Las cosas claras
La expresión “el trabajo dignifica” es simple de entender pero parece complicado explicar que nuestra labor va más allá de si está realizado en una computadora de la manzana o en una de la ventana o que si está realizado en tal o cual software.

También se debe entender y tener en cuenta que las empresas o estudios en el caso de buscar un empleado para operar tal o cual sistema no están tras un diseñador y en tal caso están focalizando su búsqueda en un operador con conocimientos en el programa y ya.

Nos hemos confundido, perdimos el norte tras disputas del mercado de las marcas por ver quién lidera nuestro trabajo asociando a los profesionales con los sistemas.
El diseñador piensa y eso lo hace libre para utilizar las herramientas que le sean útiles a sus fines. Buscarlo ajustado a una especificación técnica es no darse cuenta que es ir al fracaso.
De nuestra parte corre seguramente la responsabilidad de no saber muchas veces expresar realmente lo que hacemos y dejarnos presos de estos embarullados dilemas.

La verdad que yo no puedo asegurar si se aprende a decir NO, lo que sí puedo afirmar con seguridad es que el día que lo decís por primera vez sentís la tan ansiada libertad.