Enrique Segarra es un fotógrafo especializado en producto y comida, para él la disciplina es una forma de expresar un mensaje visual y justamente en ello radica lo interesante de su especialización, que se centra en las tomas de estudio.

“Desde que nací soy fotógrafo”, Enrique nos cuenta en entrevista que proviene de una tradición familiar, puesto que desde que era bebé, él convivía con el material con el que su papá trabajaba. Para él la disciplina no sólo es su sustento, si no su pasión.

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El estudio de Segarra reúne el esfuerzo de 12 personas que forman parte esencial del proceso que conlleva a un resultado inigualable. “Somos un equipo” explica el fotógrafo, “mi hermano lleva la post producción digital, mi hijo se encarga de que se paguen los impuestos y el sitio web, están las personas que nos hacen la comida para los shooting y los fotógrafos que permiten que todo funcione, sin ellos no se completaría el proyecto”, expresó.

Su taller está especializado en fotografía para promoción y marketing, por lo que siempre hay trabajo y siempre debe estar en constante aprendizaje para adaptarse a las tendencias actuales.

Y es precisamente ello lo que Enrique reconoce como un gran cambio, como cuando se “cruzó la barrera digital”; pues todo era análogo y con procesos de revelación, pero cuando aparecieron las nuevas tecnologías les parecía algo increíble (aunque carísimo).

“Yo tuve la inconsciencia de entrarle a un equipo de Kodak llamado ‘Premier’, que era un híbrido que funcionaba con tecnología análoga, que se escaneaba y se hacía el proceso digital, para después imprimirla en película, pero era algo muy raro porque estaba manipulada”. Admite que gracias a eso, ganaron mucho dinero, puesto que cobraban alto, y obtuvieron la exclusividad de que sólo dos personas en el país podían hacer eso.

Muchos compañeros que no dieron ese paso, no lograron seguir en el camino; fue precisamente ello lo que le permitió darse un reconocimiento entre toda la competencia. “Yo le entré a lo digital porque tenía miedo que otro lo tuviera e hiciera”, pero ese pensamiento y convicción fue lo que le permitió salir adelante.

“En la actualidad esa cámara está muy superada, los celulares ya te ponen orejas de perro y muchas cosas más, pero en ese momento nos parecía algo mágico”. Él cree que es muy afortunado por todas las oportunidades que tuvo, pero también reconoce que hay que tener el valor y la inteligencia para saberlas tomar.

Es por ello que se convirtió en un ejemplo para cientos de profesionales y novatos que deciden abrir su propio estudio, además de una motivación para tomar riesgos que ayuden a impulsarse entre el mar de la competencia actual.

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