Caminando por la 5ª Avenida en Nueva York, mientras más te acercas a Central Park vas viendo las boutiques más famosas del mundo. Parecen las Naciones Unidas: gente de todas las nacionalidades, de todos los estratos sociales, puede caminar a tu derecha una señora con un abrigo carísimo con tantas bolsas como le permite su brazo y del otro lado un chavo en patineta, con la ropa rasgada y bailando mientras escucha música con sus audífonos brillantes.

Curioso que justo afuera de la tienda de Chanel hay un un hombre áfrica-norteamericano vendiendo bolsas pirata de la misma marca, desde los cien dólares. De pronto, recibe una llamada en su celular, toma los cuatro lados del mantel donde están las bolsas y se va caminando perdiéndose en la multitud. Segundo después pasa un policía vigilando las calles.

Esta escena no es nueva para mí, la he visto una decena de veces en el centro histórico de la Ciudad de México. El vendedor ambulante recibe un aviso y sale corriendo, justo antes que lleguen a confiscar su mercancía. Lo relevante de esta escena en Nueva York es el hecho mismo que sucedió en Nueva York, un lugar donde la autoridad tiene mayor presencia que en nuestra ciudad. Me había tocado ver otras escenas de policías desalojando vagabundos en san Francisco o haciendo uso de su autoridad con su sola presencia: recargado en una patrulla, con lentes oscuros, seguro de sí mismo.

En ese momento entendí que la piratería en mi país es algo que va más allá de lo controlable, parte de una cultura universal que si bien resultaba idílico combatirla en una ciudad como Nueva York, cuánto más en México.

El motivo de mi relato tiene que ver precisamente con esta forma de entender el lugar donde uno vive, acerca de lo que ves y sobre cómo te sumerges sin darte cuenta. Es hasta que conoces otro lugar cuando entiendes el tuyo.

Seguramente te sucede cuando llegas a la casa de alguien por primera vez y captas un olor diferente, te das cuenta que no es tu lugar; o cuando llegas a tu casa después de un par de semanas fuera de ella y te llama la atención su olor. Así huele tu casa, pero sólo logras captar la esencia cuando estás fuera de esa rutina.

De esta forma, los países y especialmente los lugares se conocen mejor cuando tienes un punto de comparación, es ese el momento en el que ves la violencia de tu ciudad con otros ojos, ni mejores o peores, simplemente, diferente.

Por ello, para entender tu entorno debes tener puntos de comparación, ser capaz de ver lo diferente, lo real, lo auténtico, pero sólo lo lograrás forzando que resalte, comparando con otras experiencias.

Steve Jobs decía: «La creatividad consiste en conectar cosas. Cuando le pregunta a una persona creativa cómo hace algo, se sienten un poco culpables por realmente no hizo nada, sólo vio algo. Parecería obvio para ellos con el tiempo, porque han sido capaces de conectar experiencias sintetizándolas con nuevas».

Ampliar tu catálogo creativo consiste realmente en ampliar tus experiencias, romper con lo cotidiano, encontrar aquello que haga la diferencia entre un bonche de cosas comunes.

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Design Lifer
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.