“Lo único constante es el cambio.”

1 Don Martín y la gran foto

Don Martín es un ganadera de mucho dinero y tiene un enorme rancho así como una mansión en la ciudad. Está muy emocionado porque mañana van a venir a tomarle una fotografía. Estamos en la segunda mitad del siglo XIX donde es la nueva moda. Hace tan solo 10 años se mandó a hacer la pintura que adorna la enorme estancia de su mansión para la cual tuvo que posar durante cinco largas tardes en el estudio del pintor.

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Don Martín no se dejó convencer en el baile de presentación de su ahijada por todos sus amigos: “Te retrata exactamente como eres y no a través de los ojos de un intérprete que no siempre hace que te veas igual, recuerda que al pintor que contrataste para tu cuadro siempre estaba borracho y cuando no, estaba dormido, aquí esto no importa. No tiene que ser en interiores, puedes retratarte en el campo con tu ganado o mientras montas a caballo. Otra ventaja es que no tienes que posar tanto tiempo, en un par de horas ya terminaste y lo mejor: es mucho más barato.

2 Daniela y su invitación

Daniela hoy está muy triste. Es diseñadora gráfica y trabaja en una imprenta diseñando papelería para sus clientes principalmente. Pero hoy tenía un trabajo de freelance para hacer unas invitaciones de boda, fue con el cliente luciendo unos bocetos increíbles con la tipografía, colores y materiales muy bien seleccionados. Cuando llegó a la casa de su clienta, una amiga de su mamá, ella sacó muy emocionada la Mac que acaba de comprar y le enseña unos diseños de invitaciones que estuvo buscando en internet.

—¡Quiero ésta!— afirmó mientras señalaba la propuesta que ella misma había construido en PowerPoint. Daniela pensó que trataba de tomar la idea y embellecerla, pero su clienta fue muy clara:
—No, así quiero la propuesta, solamente imprímela.

Daniela sintió que los cuatro años de carrera se habían ido a la basura, finalmente había sido víctima de una usuaria con alma de diseñadora, pero con nada de conocimiento, ni siquiera la oportunidad de tomar la foto tendría, habría que usar la que ella le propuso por internet.

3 Ramiro y su Uber

Ramiro vive muy cerca de los límites entre el estado de México y el Distrito Federal. Ya todos saben que un taxi, por el simple hecho de cruzar la línea imaginaria, automática eleva al doble la tarifa, pero ese no es el único problema de Ramiro, debe transportar una impresora un tanto aparatosa, por lo que pedir un taxi en la vía pública se vuelve una misión imposible. Así que toma su teléfono y solicita un Uber, en el mapa puede ver perfectamente cómo el auto se va a acercando a su departamento, lo que le da el tiempo suficiente para bajar los cuatro pisos de su edificio y no exponerse con el aparato en plena calle mientras espera. Además no tiene que darle instrucciones a Uber, porque su chofer sabe exactamente dónde está gracias al GPS. Ramiro ya conoce qué auto lo recogerá y hasta el nombre del chofer, así que solo le resta programa su lista de Spotify para escuchar la música que él quiere.

Al dejarlo en su destino, Ramiro recibe un correo que le dice cuánto le será cargado a su tarjeta y le pone 5 estrellas a su chofer. Ha terminado la travesía.

4 Tú y la experiencia del usuario

No sé cuántos años tengas, pero voy a asumir que tienes más de veinte. Si analizas cómo leías hace diez años, la experiencia es muy distinta: seguramente una columna así preferías leerla en el periódico o una revista, rara vez hacía algo así frente al monitor de tu computadora, el cual seguramente usabas únicamente para hacer tarea y jugar.

Si por alguna razón leías algo en internet, el texto estaba limitado a muy pocos estilos de letra, con textos tal y como si se tratara de lo que está impreso a un monitor. Las palabras subrayadas no te decían gran cosa, ni tampoco se interrumpía el texto para mostrarte un anuncio o invitarte a pasar la a siguiente pantalla, a través de flechas o cualquier tipo de gráfico que tuvieras justo donde acababa el texto.

No sentías la necesidad de tocar el monitor de la computadora o de simplemente dar un «tap» a tu tableta, esencialmente porque no existían. De pronto, cuando te das cuenta, puedes intuir en un sitio qué parte del texto es sensible a un click para que lleve a otra parte, o que en cuanto ves una palabra cuyo significado desconoces, puedes hacer una pausa para «googlearlo» y entender todo a la primera.

Y es que la experiencia del usuario, como los tres casos anteriores, implican un cambio radical en la forma en la que como usuarios somos propensos a modificar la manera en que interactuamos con el entorno.

En un mundo dominado principalmente por los medios económicos, la mercadotecnia y por ende, el diseño, juegan un papel fundamental para asimilarlos efectivamente, sabiendo que nuestro trabajo va evolucionando a la par en que Apple presenta una nueva computadora, Adobe hace una actualización a sus programas o que tu auto se adapta más fácilmente a tu iPod.

Luchar contra esos cambios únicamente nos llevará a alargar la muerte de procesos y sistemas que día a día terminarán por volverse obsoletos. Un diseñador que aún trabaja con un sistema operativo de hace tan solo seis años, hoy es incapaz de colocarle hipervínculos a sus documentos para publicarse en web, o un usuario del primer iPad, con menos de cinco de años, ya no puede ver videos en YouTube.

Para bien o para mal, esta época ya no resiste aparatos electrónicos de larga vida, exige una cuota de modernidad que habrá que estar pagando para mantenernos funcionando con las tecnologías nuevas. Aunque puede sonar muy fatalista, esto resumen la historia de la humanidad donde el cambio ha sido la única constante, y seguirá siendo.

Design Lifer
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.