La Catedral de Nuestra Señora en París, Francia es el monumento más visitado por los turistas en Europa, su arquitectura gótica, vitrales y grandes obras artísticas son sus principales atractivos, pero sin duda existen elementos que son muy dignos de apreciar, se trata de las Gárgolas de Notre Dame. Detrás de éstas existen cientos de historias, mitos y hechos, pero ante todo tienen una función específica: fungir como desagüe de los techos.
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En contra de lo que todos creen, las estatuas no formaban parte de la construcción original finalizada en 1345, fueron añadidas durante una restauración en los años 1843 y 1864 y creadas por el artista Victor Joseph Pyanet. Éstas fueran inspiradas por la obra del novelista francés Victor Hugo después del éxito de “Nuestra Señora de París” (1831).
Las gárgolas recogen el agua de lluvia que cae sobre los techos y las canalizan -mediante su propio cuerpo para expulsarla lo más lejos posible, por ello entre más grandes, más alejan el agua. Además de esto, la estética de las estatuas son un símbolo para las iglesias y la construcción en sí, puesto existen algunas que no tienen un objetivo práctico, sólo decorativo.
Existen varias teorías al respecto, pero en la época medieval se habla de que estas figuras era la representación de los horrores del infierno, por lo que la gente se anima a ir a la iglesia para no sufrir de ellos. También se cree que eran protectoras del edificio, por lo que alejaban a los pecadores y se convertía en un sitio seguro.
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Michael Camille es un historiador de arte especializado en el Medioevo europeo, autor de diversos libros, el cual afirma que las gárgolas no están basadas en pesadillas o elementos del infierno, si no que se deben a las creencias de que eran “propuestas” de como serían los fósiles de otras especies, en las que se mezclaban los rasgos de animales y humanos.
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Sea cuál sea la razón estética, la gárgolas son las “salvadoras” de la construcción, al permitir desahogar miles de litros de agua que pondrían en peligro la estructura. Aunque algunas de éstas han sido retiradas a lo largo de los últimos años por temor a que colapsaran y dañaran a los transeúntes.