En el programa norteamericano Saturday Night Live —famoso por sus parodias— apareció [un falso] Steve Jobs dando uno de sus famosos Keynotes. Se encontraba presentando el mágico y revolucionario dispositivo que cambiaría nuestras vidas para siempre: el iPod.

En una imitación muy bien lograda hablaba de su tamaño y la capacidad de almacenamiento: «¡10 mil canciones!, es increíble».

Notas relacionadas:
5 PREGUNTAS SOBRE EL PORTAFOLIO PROFESIONAL QUE SE HACEN LOS DISEÑADORES RECIÉN EGRESADOS
GEORGE LOIS, PUBLICISTA POR EXCELENCIA
LA MUERTE DEL ÚLTIMO LOGO CLÁSICO

Una vez que habló, las cámaras comienzan a hacer el zoom out que anuncia el corte de la transmisión… «¡Pero esperen, aún hay más!… y la transmisión regresa: antes de irnos quiero presentarles el nuevo dispositivo de Apple: se trata del iPod mini.¡Caben hasta 20 mil canciones y es la mitad de pequeño y liviano!» Vuelve a hablar de sus bondades y cuando se terminaba la transmisión vuelve a interrumpir para presentar el iPod Nano y posteriormente el iPod Nano 2, y el 3, tan pequeño que la cámara no logra enfocarlo: «Un millón de canciones en un dispositivo tan pequeño que tiene que usarse con audífonos inalámbricos».

En una sola intervención presentó 5 dispositivos consecutivos, y aunque se trata de una parodia no es sino la realidad exagerada. Recuerdo que mi tía hizo un viaje a Japón en los ochentas, y nos contaba sobre la competencia que había entre Nikon y Canon: «No sacaba Nikon una nueva cámara sin que Canon lanzara otra más moderna en cuestión de meses».

Este ritmo hoy lo vivimos con intervalos cada vez menores y a veces tan ridículos como el ejemplo con el que comienza esta reflexión. Hoy, las empresas tecnológicas, envueltas en estos ciclos comerciales cada vez más voraces, donde los consumidores exigen cambios y novedades cada vez más rápido llega un momento en que la innovación es un vicio que no sabe a nada pero siempre se espera.

Adobe, con el lanzamiento de Creative Cloud, donde con una suscripción puedes usar una amplia gama de sus programas se sale de esta cadena adictiva, sacando toda la presión que implicaba renovar su suite completa cada dos años. Ahora puede pensar en mejoras en Indesign —por ejemplo—, sin necesidad de actualizar sustancialmente Illustrator o Photoshop. Pero puede darse ese lujo gracias al dominio casi absoluto que ejerce sobre los programas más famosos para diseñar. En cambio la industria de los celulares, con Apple, Google o Samsung, entre muchos otros, no puede darse el lujo de parar, debe seguir innovando cada vez más rápido para ganar terreno o mínimo, no perderlo.

Esto ha provocado que lleguemos al tope en la innovación tecnológica mucho más rápido. Seamos sinceros, cuando Apple estaba a punto de presentar el iPad ya sabíamos qué era, cómo funcionaría y hasta podíamos imaginarnos un poco su aspecto. Faltaba solo que nos dijeran su nombre oficial, de qué tamaño sería la pantalla y el precio. Todo lo demás se daba por sentado, al igual que cada presentación para renovar la gama.

Hoy, a pocos días que se haya presentado el iPhone 5S y 5C podemos imaginarnos qué ofrecerá el iPhone 6: será más rápido y ligero, quizá la batería dure un poco más y venga en una mayor gama de colores, pero realmente no esperamos mucho más y seguramente estaremos formados para adquirlo lo antes posible. De vez en vez tendremos pequeñas sopresas como el uso de la huella digital para prender el aparato en lugar de una contraseña, pero no tan grandes e importantes como nos acostumbraron en un principio.

En otro ejemplo, fueron a muy pocos a quienes sorprendió Google Glass, es algo que imaginábamos llegaría en cualquier momento, no sabíamos de manos de quién o quizá su aspecto final, pero lo vemos como parte de una innovación que obedece a la lógica.

Hacia dónde habremos de innovar

¿Podríamos decir que la innovación está en crisis? No, pero sí podemos pensar que lo mejor de la tecnología actual ya pasó, y ahora solo estamos viendo mejoras a cosas que ya existen. Innovación sería que nos presentaran una computadora que funciona con el pensamiento, que se autocarga con sus propia energía o que se autoactualiza, de tal forma que no será necesario comprar una nueva en décadas. Pero quizá la tecnología deba mutarse a otro ámbito, ya hemos sido testigos de esfuerzos cada vez más conscientes de regresar al factor humano, que no busca darle una comodidad o mejor estatus de vida, sino ayudar a que tecnología no nos distraiga de vivir la vida, que nos aumente la calidad de vida en lugar de que vivamos más o que no cause un impacto negativo en el planeta.

La innovación viene de la mano con la tecnología, pero debe estar comprometida con nosotros como personas.

Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.