México D.F.- ¿Puedes distinguir las diferencias entre Helvetica y Arial? Siempre he afirmado que un buen diseñador debe poder reconocer entre una u otra. Conforme vamos entrenando nuestro ojo se nos revelan los trazos que las hacen particulares: remates, tamaño de los ojos y algunas terminaciones acaban por delatarlas. Pero si para nosotros resultan algunas veces difíciles de distinguir, ¿cómo será con la gente común que no es diseñadora?, ¿y si es tan difícil identificarlas, realmente importa si es una u otra?

Esta pregunta no limita solo a Helvetica y Arial —quizá las tipografías más utilizadas en el mundo—, sino a cualquier familia. Un no-diseñador puede darse cuenta si tiene patines o es sans serif, pero realmente no le importa si los patines son cuadrados o triangulares o si el eje de las x está más arriba o abajo. No necesita saber nada de tipografía para poder leer un texto, llámese libro, revista, folleto o hasta un volante. El lector solo quiere leer.
Nos estamos refiriendo a la letra como texto, hecha para leer, no a la letra como imagen, es decir, cuando la fuente se convierte en diseño, como en títulos o carteles.

Aun así, bajo la piel de lo que solamente se percibe como una tipografía grande o pequeña, con o sin patines, pesada o ligera, yace un verdadero mundo sobre el que vale la pena reflexionar, encierran una serie de conocimientos, historia y diseño que, aunque parece perderse en juicios banales y sin trascendencia, le dan sentido y forma a lo que conocemos como tipografía.

Y es que la tipografía es como una carretera. Cuando vamos manejando un auto, si está bien pavimentada, planeada para que no tenga tantas curvas, subidas y bajadas, seguramente llegaremos a nuestro destino relajados, sin darnos cuenta de que estaba en perfectas condiciones. Por el contrario, cuando tiene baches y está en mal estado, sentimos cierta inquietud y malestar, aún sin estar apercibidos que la fuente de ello se encuentra en el pavimento. Igualmente, cuando un lector puede concentrarse en el contenido de un texto, podemos estar tranquilos sabiendo que la tipografía está cumpliendo su función.

No solo eso, la tipografia resulta la recipiente de cultura, ideales y mensajes perfectos para dejar huella y transmitir una señales que den pista al mensaje. Pensemos en los mundiales de futbol, por ejemplo. En Italia 90 la tipografía usada para la información transmitida por televisión estaba en Times New Roman, cuyo origen se cuenta solo empezando por el nombre y refleja toda una cultura trayana. En Estados Unidos 94, la fuente usada fue Swiss, hermana gemela de Helvetica, adoptada como hija predilecta de los norteamericanos y que refleja toda una filosofía y forma de pensar: simple, directa y fuerte. Cuatro años después Francia 98 usó Eras, diseñada por el francés Albert Boton y el suizo Albert Hollestein en 1974, reflejo fiel de una cultura estilizada y culta. Alemania 06 —un país con un extenso catálogo tipográfico— fue representada por Futura, una de las tipografías más comercializadas y que refleja en su simetría disciplina y carácter fuerte.

Regresando a nuestro primer ejemplo, sabemos que Arial fue diseñada a partir de Helvetica con la finalidad de poder representarse correctamente en el mundo de los pixeles. Si escribimos un texto en Arial, en un monitor tendrá mejor presencia, pero si se trata de un impreso, Helvetica se verá mejor. Como prueba, te invito a que si usas Mac abras tu libreta de direcciones (diseñada en Helvetica), notarás como los números 6 y 8 tienden a confundirse un poco, mientras que si lo imprimes no sucede lo mismo, son perfectamente legibles. A simple vista podrán ser difíciles de distinguir, pero conocerlos y dominarlos nos ayudará a hacer mejor nuestra tarea de crear piezas que comuniquen mensajes exitosamente.

Finalmente, diseñamos sobre fuentes hermosas y bien diseñadas para que lector termine con una sonrisa, aunque no sepa por qué fue.