Para mí, la forma ideal de escribir cada semana es sentado frente a un escritorio, con mi lap top y el procesador de texto abarcando todo el monitor. De vez en vez, debo cambiar el escritorio por alguna mesa de trabajo en la universidad o una cafetería. Rara vez me toca como en esta ocasión, hacerlo desde mi iPhone, mientras estoy montado en un avión. Sin duda alguna una experiencia no tan cómoda como el teclado físico: mucho más grandes y exactas.

Como fiel representante de la generación x, tuve que aprender a usar este diminuto teclado después de transitar por la máquina de escribir y después los teclados desgastados de tanto golpeteo, con la misma fuerza que se necesitaría para que se imprima de forma mecánica.

Como podrán imaginar, no suelo sustituir el adverbio «que» por una «k» ni cortar palabras. Siempre he sido enemigo de los «Uds.» y los «estimados sres.», y una que otra comilla latina en lugar de los horribles apóstrofes ingleses.

De alguna forma me he acostumbrado a este teclado con los espacios para las letras más pequeños que mis pulgares, y gracias a WhatsApp, a los mensajes de texto, a los correos fuera de la oficina y los posts en redes sociales me he acostumbrado a entrar en este ritmo de escribir solo con los pulgares.

Cada vez que recibimos una actualización del iOS, aguarda con la esperanza que Apple alguna vez se fije en la escritura en español como una prioridad en su experiencia de uso.Con todo, aun no logro acomodarme en escribir acentos. Resulta sorprendente que Apple. Una marca global que incide en la experiencia del usuario, tal parece que la sensación de escribir en español nos recuerda más a la época de las máquinas de escribir, en donde el idioma se vio estrangulado con la falta de atención para tropicalizar la experiencia de teclear con mayor fluidez.

Cada vez que recibimos una actualización del iOS, aguarda con la esperanza que Apple alguna vez se fije en la escritura en español como una prioridad en su experiencia de uso.Hoy por ejemplo, gracias a esos defectos mucha gente considera que las mayúsculas no se acentúan o que los títulos de las canciones se escriben entrecomilladas, en gran medida porque incluir un nuevo estilo en itálicas era inviable, así como la imposibilidad técnica para colocar acentos en las mayúsculas, lo cual requeriría mayor altura en los tipos. Quizá la única batalla que se ganó a favor de nuestro idioma es la ñ como parte del conjunto abecedario.

Regresando a Apple, la excelencia en la experiencia del usuario lo vemos por ejemplo, en los sistemas operativos para iPhones y iPads, en la que la mayoría de las culturas occidentales nos sentimos más que cómodos, incluso para los niños y analfabetas que encuentran en el iOS una gran familiaridad, muy intuitivo y gráficos llamativos y perfectamente codificados.

Sin embargo, escribir acentos en el iPhone es una verdadera monserga, hay que esperar en el teclado con el dedo presionado para que aparezcan los diferentes menús de apóstrofos para otros lenguajes. Y aunque los diccionarios se han vuelto herramientas avanzadas, así como las opciones predictivas para escoger palabras antes incluso de terminarlas de escribir, aun hay que estar atentos, más meticulosos antes de pasar a la siguiente palabra que si se estuviera escribiendo en el idioma de Shakespeare.

Mas increible aun que esto, es el hecho de ninguna de las numerosas actualizaciones que se hacen se contemple una opción menos problemática al momento de escribirlos; no como en el iPad, en donde basta con «empujar» la vocal hacia arriba para que registre el acento.

Yo me pregunto si en un futuro la marca de Cupertino nos hará el favor de regalarnos una forma más sencilla para escribir en español, o mínimo algún desarrollador que se sirva de acomodar el acento en algún huequito. Mientras tanto, seguiremos escribiendo lento en nuestros teléfonos, viendo al español como un idioma extraño que no pertenece a las nuevas tecnologías.

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Design Lifer
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.