Cada Día de Muertos las calles de la Ciudad de México se convierten en el escenario perfecto para inumerables expresiones en donde las creatividad visual está presente.
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Por mucho tiempo la tendencia fue que la tradición mexicana de festejar el Día de los Fieles Difuntos (o Día de Muertos, como comúnmente se le dice) iba a la baja: los papeles de colores, flores, pan de muerto y calaveras de azúcar fueron yéndose de los panteones y de los rincones de muchas casas y lo que sí se veía por las calles eran personas disfrazadas y decoraciones alusivas al Halloween… pero esta tendencia se ido revirtiendo.
De un tiempo para acá se ha venido apreciando una franca recuperación de muchas de las formas y expresiones culturales que recuperan la arraigada tradición mexicana del Día de los Muertos. Con mayor contundencia se observa en las calles de la Ciudad de México el anaranjado de la flor de Cempasúchil que se mezcla y colores de verdaderas creaciones artesanales, las cuales ofrecen múltiples formas visuales que se entremezclan con los aromas del copal y los alimentos tradicionales que las personas ofrendan a los que ya se fueron.
En los finales de octubre y principios de noviembre basta con salir a la calle para encontrar a la creatividad visual hasta en la indumentaria de las personas que han dejado de disfrazarse de vampiros, momias u hombres lobos para colocarse en el rostro (algunos con mayor fortuna que otros) la emulación de la Catrina y demás creaciones del grabador José Guadalupe Posada.
Basta con visitar los numerosos museos, plazas públicas, monumentos e infinidad de espacios abiertos para darse cuenta de que la creatividad está más viva que nunca y hace honor la tradición mexicana que no le tiene miedo de adquirir elementos del famoso Halloween e incorporarlos en sus altares para los muertos.
