Que la modernidad llegó no es ninguna novedad, que la realización del trabajo gráfico se digitalizó tampoco nos debería sorprender pero, qué pasa con este oficio el del letrista de carteles que todavía sigue dando vueltas por la ciudad.

Les cuento algo de historia y lo analizamos en paralelo.

Notas relacionadas:
Mis cinco fuentes
Mis cinco (5) NO en el diseño
La última hoja del block de notas

Print

Yo recuerdo que en el ´94 me tocó trabajar para la modernización de la flota vehicular de los camiones de recolección de basura de la ciudad de Buenos Aires. La empresa ya no existe más y se llamaba MANLIBA. Para aquel entonces los camiones recolectores eran blancos, mal tratados y sin mucho más que su logo pintado a mano sobre la puerta.

A hoy, esa imagen precaria, si estás entre los nacidos en ese momento, te parecerá mucho más precaria aún y si estás dentro de los que nacieron en el nuevo milenio seguramente te parecerá de otro planeta.

Por fortuna estuve en la esquina apropiada, a la hora justa de la oportunidad que todos esperamos por algún momento pasar en nuestra profesión. La tecnología estaba llegando. Las Mac nos volaban la cabeza y entre tanta cosa nueva aparecieron unos camiones de gaseosas con unas gráficas impresas de gran tamaño.
¿Qué era esto? ¡El famoso y conocido plotter!

El ser un gran observador y curioso me sirvió de sobre manera al momento en que me convocaron para este trabajo.
Abro paréntesis – Aclaro que era muy joven e ingenuo pero las cosas de las que escribo son producto de la construcción profesional, que no viene en ninguna lata envasada al vacío – cierro.

La idea a trabajar. “Debemos impactar en la ciudad con trescientos afiches circulando todas las noches, queremos transmitir un mensaje en cada salida”.

Ahora bien, siendo yo la explosión generacional no podía proponer algo de la antigüedad y menos con una frase tan contundente que daba vueltas en un pequeño aviso de una gráfica que publicaba en el diario de mayor tirada y que decía “el letrista se murió“.

El desafío era convencer a todos que el paracaídas funcionaba, que pintar era ya obsoleto, que la gráfica vehicular era un hecho y que estas empresas que estaban en formación podían hacer frente a tamaño desafío.

La vuelta de la historia es que todo salió como lo planeado, los vinilos sorprendían, los camiones entraban blancos y salían impactantes, que el logo estaba unificado, que los números de unidad estaban prolijamente visibles y homologados. Y para orgullo personal el diseño había roto el paradigma del camión blanco para la basura. La imagen había llegado a nuestras vidas.

Y el letrista ¿Murió?

La realidad es que hoy no los veo como antes se los podía ver, subidos a su pequeña escalera con pinceles de cerdas largas y con hasta tres en su mano. Sin embargo, si observas un poco vas a encontrar marquesinas, vidrieras, algunas flotas de vehículos y carteles de comercios entre tantas posibles cosas.
Por momentos creo que los pinta de noche, cuando nadie lo ve, como avergonzado de ser el pasado, por otros instantes tengo la sensación que se unió a los artistas callejeros que pintan pero nunca se los ve pintar.
Que no murió para mí está más que seguro, pero dónde estará.

Tengo una gran admiración por lo que hacen, me deleita el dejo de la trama del pincel en las curvas, los efectos de sombras y relieves son de un ilusionismo único. En algunos momentos tengo cierta culpa por ser de una generación que los expulsó, por otra me digo y entiendo que era inevitable.

Si ves, o conoces a alguno pregúntale sobre qué es resistir, qué es tener paciencia y oficio, ellos lo tienen todo. En mi humilde opinión tenemos mucho de lo que aprender de ellos.
Para mí el “el letrista no murió” y ¡¡¡qué viva la resistencia!!!