La conservación y restauración de arte es un tema que adquiere dimensiones importantes a nivel social, económico, cultural y de muchas otras índoles más allá de la creatividad visual.

De acuerdo con datos de Statista, tan sólo en 2014 la restauración y conservación de arte a nivel global representó una inversión de 0.9 mil millones de euros, lo que indica no solo que esta profesión creativa ofrece un amplio campo de trabajo y oportunidades laborales, sino que se trata también de un espacio de intereses y responsabilidades sociales mayores, entre ellas las legales, como veremos a continuación.

Después de una restauración fallida a la máscara del Faraón Tutankamón a la que le fue aplicada un pegamento epóxico en la parte de la barba, los restauradores del museo de El Cairo que llevaron tal práctica serán llevados a juicio.

La justicia egipcia considera que los trabajadores del museo en la capital de Egipto actuaron con negligencia y sin bases científicas o profesionales al realizar este procedimiento, por lo que unos ocho empleados han sido llamados a rendir cuentas ante la justicia de aquél país.

Existen otros ejemplos, hemos hablado en este mismo espacio de este de obras fallidas de restauración o conservación de arte, recuérdese el caso del Caballito de Manuel Tolsá, en la Ciudad de México, escultura a la que le fue aplicada una sustancia química que le hizo perder brillo.

En este caso existe también un reclamo oficial por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos por otorgar el trabajo de conservación y mantenimiento a una empresa poco profesional, lo que puede derivar en responsabilidades mayores.

Ambas situaciones relacionan piezas con gran valor social y cultural, la de Egipto es una pieza fundamental de la historia de su civilización, con una antigüedad de más de 3 mil años, mientras que la escultura mexicana ha formado parte del paisaje de su ciudad por más de 200 años.

El significado social e histórico de ambas obras explica el porqué han generado tanto descontento y una respuesta enérgica por parte de las autoridades en estos casos específicos, pero la responsabilidad legal de los restauradores de arte es evidente.

Se trata trata pues, de una profesión que implica grandes tareas y mucha dedicación, de lo contrario, se pueden caer en omisiones o equivocaciones que pueden derivar en problemas de dimensiones mayores.

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