En 1975 el diseñador Richard Saul Wurman inventó el término «arquitectura de la información» pensando en un futuro que terminó gestándose para los medios digitales. Un arquitecto de la información es una persona capaz de ordenar datos y hacerlos comprensibles a un público que cada vez se torna más complejo pero superficial.

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Si miramos al fondo de las cosas, es el término «interactuar» el que ha cambiado la forma de concebir el presente. Antes el mundo se comportaba de una forma en la cual la interacción era lenta y a veces no con esa inmediatez a la que nos hemos acostumbrado rápidamente. Buscar la respuesta de una empresa a una queja podría ser una misión imposible, entablar una conversación con una figura pública o bien, ser parte de un mundo que en otras circunstancias nos parecería imposible de acceder.

Esta interactividad ha cambiado significados a términos como interfaz, experiencia o respuesta. Los medios han mutado para hacer del espectador un actuante, un medio y un comunicador. Por poner un ejemplo: antes, una revista era un medio informativo, una vez impreso permanece inamovible, de ahí la frase de «lo escrito, escrito está», no se puede mover ni cambiar. Hoy en día, un sitio web es más bien un medio vivo, hoy dice una cosa y en una hora otra. Un error se puede arreglar fácilmente e incluso el público puede comentar y ser parte del contenido.

En lugar de hacernos más fácil la vida a los diseñadores, por el contrario, se ha convertido en doble trabajo: una revista hay que diseñarla para el medio impreso y para web, ahora debemos tener conocimiento para subir una imagen a la web y para enviarla a imprenta —ambas con características muy diferentes—.

Un arquitecto o diseñador de información —como ha ido mutando el término—, es una persona capaz de ordenar datos y conceptos para presentarlos de forma clara y lo más ordenada posible. Aunque no habíamos escuchado el término hasta hace poco, es una labor que de alguna forma se encontraba impregnada entre las actividades de quienes comunicaban mensajes. Buscar hacer las cosas legibles y entendibles se aplicaba al momento de diseñar un folleto, un empaque o de redactar un mensaje para ser leído por un locutor, pero hoy en día, esta interacción exige un nivel mayor de especialización en el arte de entregar la información. ¿No adoran cuando entran a un sitio web y tienen esa sensación de confort que les da la interfaz de familiaridad, de saber dónde buscar la información, de no sentirse abrumados entre tanta información? La labor de un arquitecto de información es precisamente esa, saber acomodar los elementos, el arte de crear rutas que nos lleven de forma intuitiva hacia nuestro destino.

No es obra de la casualidad las mutaciones que han llevado a plataformas como WordPress o Joomla para marcar pauta en los diseños web: cada vez más limpios, con la tipografía más legible, más orgánicos. Pensar en el acomodo de los elementos es una labor que en cierta forma rebasa las actividades de un diseñador «general», que sin especializarse en un tema hace de todo y conoce prácticamente todos los rubros de su actividad. El mercado, poco a poco, comenzará a exigir diseñadores con una alta especialización en la organización de la información: arquitectos de la información.