En cierta ocasión tomé el Turibús de la ciudad de México, una experiencia un tanto extraña para alguien que vive aquí (cambiar la forma de ver las cosas de local a turista). La ruta principal implica recorrer gran parte del centro, viendo los monumentos que le dan personalidad a esta ciudad: el Ángel de la Independencia, el Palacio de Bellas Artes, el Castillo de Chapultepec y una gran cantidad de edificaciones construidas en las primeras décadas del siglo XX, una época donde México se presentó al mundo como quinceañera, con vías férreas y grandes obras por todo el país.

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Después, en 1910, llegó la revolución, y el país se enfrascó en una guerra interna por buscar la igualdad de clases que, sin una fecha que expresamente marque su final, terminó diluyéndose en lo que el país retomó la construcción de grandes obras. Justo después de pasar la segunda mitad del siglo, nuevamente las industria despertó y vimos nacer Museos icónicos como el Nacional de Antropología e Historia o el de Arte Moderno, las líneas del metro, los estadios Azteca y de Ciudad Universitaria y un aeropuerto internacional.

Los principios de los ochenta llegaron con un nuevo estancamiento, largo y doloroso, ya que mientras la ciudad crecía, la economía se estancaba y con ello, un envejecimiento del Distrito Federal, los escenarios como el Palacio de los Deportes o el Auditorio Nacional se descuidaron, Chapultepec moría y solo había obras de regulares a mediocres, con algunos destellos, pero muy pocos.

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Hoy nos toca vivir una ciudad que renace, con nuevas avenidas, la construcción de edificios que nuevamente le dan un toque característico al skyline de la ciudad y anuncios de grandes obras por venir, como el nuevo aeropuerto internacional. Es interesante vivir hoy México, la ciudad que se mueve y ve cómo florecen los museos en su interior, cómo se llena de eventos, de restaurantes, de zonas renacidas en espacios para el disfrute de la gente, donde el diseño tiene mayor cabida. Sede de conferencias, exposiciones y eventos de diseño en diferentes recintos, algunos de ellos únicos como el Abierto Mexicano del Diseño y otros como meras emulaciones como el Mercado Romita, pero finalmente podemos ver diseño en las calles, en los edificios, en la vida cotidiana de esta ciudad que alberga a más de 20 millones de habitantes.

Estamos comenzando a ver una nueva generación de empresarios que saben que sin un buen diseño sus posibilidades de darse a notar se reducen, diseñadores que buscan nuevas oportunidades sacando el alma de empresario y gente preocupada por mostrar una personalidad y forma de ser que se ve a través del diseño.

Todos y cada uno de los esfuerzos por lograr una ciudad mejor diseñada es una intención común. Hoy es un buen momento para vivir en una capital que se mueve.

Esta no es una columna política, ni pretende serlo, pero mientras haya áreas de oportunidad, de desarrollo, siempre habrá un diseñador dispuesto a hacer algo por ella.