Pensar, el camino para crecer. Un día, un profesor de la escuela secundaria al pasar deslizó un consejo que -no tengo muy claro por qué- se ancló en mi disco rígido. Este docente de matemáticas decía que para poder desarrollar una ecuación en el pizarrón uno siempre debía tomar distancia para clarificar conceptos y no incurrir en errores parciales producidos por la falta de perspectiva. El error se arrastraba vestido de éxito hasta que al llegar al final todo el resultado estaba mal.
Debo reconocer que nunca fui bueno con las matemáticas pero mi inteligencia perceptiva sumada al gran consejo de un educador inteligente me ayudan hoy a poder plantear lo que veo en el desarrollo de nuestra ecuación profesional.
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Tomemos distancia y perspectiva para pensar qué nos está pasando como diseñadores y dilucidemos si no estamos cometiendo un error.
¿Dónde estamos?
Evolucionamos de entusiastas artesanos a trabajadores calificados para hoy ser profesionales. Digamos que todo esto se desarrolló como en muchas otras profesiones, de forma gradual y progresiva.
A mediados de los noventa, con la irrupción de la tecnología, la aceleración fue exponencial generando un impacto tal que el mareo y confusión sigue estando en nuestros días.
Pequeño ejemplo pero muy ilustrativo es el debate en artículos del medio; si es mejor diseñar con la manzana o con la ventana, cuando muchos sabemos que la discusión no pasa por ahí y tampoco se diseña ahí.
En un bar de centro comercial, un joven al pasar dice que el periódico ya fue y su pareja le increpa con un por qué. Él, haciendo gala de masculinidad erudita, le dice: porque lo lees en Internet. Al escuchar, me quedo tildado en la palabra leer. ¿Leer?
¿Estaremos leyendo o simplemente consumiendo?
Para volver a lo nuestro sin perder la idea, en mi país, Argentina, las universidades, para que la llama del negocio no se caiga, ofrecen maestrías de diseño, doctorados y todo lo que puedan idear para que el negocio y el consumidor sacien su espíritu consumista.
Cabe aclarar que todos son del tipo “consumidor clásico” que se va a quejar por lo que consume pero que no dejará de consumir, ya que no tiene las herramientas para discernir.
Comer vs Alimentarse.
Se come para satisfacer pero no debemos descuidar que nos alimentamos para vivir. La pregunta que me resuena fuerte hoy es para qué nos sirve un doctorado en diseño si no tenemos en el mercado laboral nada contra qué confrontarlo. Mucho menos al hablar de la existencia de un colegio que nos represente y que nuestra firma tenga valor sustentable en leyes que regulen nuestra labor.
Prefiero ocupar este espacio para reflexionar que para venderte el app del momento y ver si, por ahí, alguna empresa del sector tech me patrocina mi nuevo smartphone.
Asumo el riesgo de no ser oído, pero tengo claro que en mi pueblo es ley, que “el que avisa, no traiciona”. Reflexionar sobre estos temas es, a mi entender, ser responsable en pos de una competencia justa, bregando por la revalorización de nuestra profesión.
Muchos murmuramos el ocaso del servicio que ofrecemos y de nuestra profesión; en cambio, las universidades privadas saben muy bien de lo dulce que está el negocio y los Estados le ponen cosmética a la promoción de incubadoras y emprendedores. Sin embargo, entre todos, no hemos tenido aún el coraje de ver el error y unirnos en la edificación de un cuerpo colegiado que simiente el diseño como una profesión con lineamientos profesionales y comerciales creíbles y sostenibles.
Al tomar distancia, el presente me indica que estamos procesando un error. Si bien la ecuación es extensa, no debemos olvidar que el diseñador no cambió. En tal caso, lo que cambio es el medio y las herramientas. La democratización tiene el riesgo de la vulgarización y está en nosotros -los actuantes- la elevación de la calidad de la discusión.
Queda planteado el tema y abierto el debate. En mi opinión, no vamos bien pero, en tal caso, por qué deberías creerme.