Existen personas con mucha intuición y hasta estilo y buen gusto para las formas, pero no por eso podrán realizar a detalle un trabajo creativo visual.

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No es extraño que surjan diseñadores improvisados que, basándose en su buen gusto y su destreza, se aventuren a la elaboración de diseños,banners, tarjetas de presentación, logotipos, carteles y hasta procesos de branding.

Si bien se trata de una actividad que cada vez está al alcance de más personas gracias al desarrollo tecnológico, lo cierto es que sin una formación concienzuda el proceso de diseño se quedará corto.

Y es que el objetivo primordial del diseño es trasladar conceptos, ideas y la esencia de las cosas a la imagen, sin una formación teórica que ayude a defender los principios de las cosas y sin una capacidad de síntesis debidamente sustentada, eso resultará un poco más complicado

En todo caso, quien no se dedique al diseño pero quiera adentrarse en sus terrenos, debería apoyarse siempre de la opinión de un profesional de la imagen. Si el problema es por costos, hablando se entiende la gente: ¿por qué no hacer alguna alianza profesional?

Por ejemplo, pedir consejos a un diseñador a cambio de algún servicio que se puede prestar resulta factible (si se trata de un médico, este le puede dar consultas gratuitas al diseñador; si hablamos de un contador, es posible ayudar con la declaración de impuestos a cambio de buenos consejos acerca de diseño… y podríamos seguir con infinidad de ejemplos).

Y es que diseñar no es saber pegar y modificar una imagen en Photoshop, es adentrarse en lo profundo de la imagen y sacarle tantos significados como sea posible.

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