México D.F.- Eduardo y Elisa se encontraban sentados en la misma sala de espera de una importante empresa editorial. Hacía dos años y medio que no se veían, justo después que terminaron la carrera de diseño gráfico fue que tomaron caminos diferentes: Elisa dedicó cerca de seis meses hasta lograr colocarse en una pequeña editorial como diseñador junior. Su labor se limitaba en un principio a realizar correcciones en los textos una vez que pasaban por el editor, poco a poco fue haciendo los méritos suficientes hasta que pudo ser parte del proceso creativo para hacer una colección de libros de textos. Su sueldo apenas se aumentó en poco más de 10 por ciento durante los dos años que llevaba en la compañía, así que esta oportunidad le permitiría no solo entrar a una compañía más grande, con mejores prestaciones, sino con un ingreso 30% más de lo que estaba ganando a la fecha.
Eduardo, por su parte, decidió estudiar una maestría en diseño editorial. Con título en mano hizo un análisis meticuloso cuál era la que más le convenía y en qué escuela. Logró foguearse con la crema y nata del mundo editorial, su trabajo fue ampliamente reconocido y su portafolio ostentaba verdaderas obras maestras en casi todos los rubros: desde folletería hasta libros completos, la calidad era obvia. Ahora se enfrentaba ante la posibilidad de poner en práctica toda la experiencia ganada ante estos años de esfuerzo.
Ambos habían sido los mejores en su clase, lo sabían por lo que siempre buscaron la forma de hacer el mejor trabajo de la clase y sorprender a sus maestros. Aunque sus carreras y portafolios no eran iguales, ambos eran perfectamente aptos para obtener el puesto.
El director de arte, tras haber consultado con el área de recursos humanos tomó una decisión junto con el director de la empresa, quien también se entrevistó con ellos. Llamó a Elisa para felicitarla y hacerle la propuesta formal de unirse al equipo de diseño. ¿Por qué Elisa? Estas son algunos de los pensamientos que pasaron por la mente del director:
Uno. Elisa tiene experiencia laboral. Es quizá el punto más importante que inclinó la balanza. Por más que en las escuelas se traten de emular el mundo real hay algunas experiencias difíciles de igualar: el trabajo en equipo, entender la línea de decisiones y saber acatarla y finalmente el trabajo mesurado que no busca un diez de calificación o el asombro del maestro, sino saber encajar en el estilo y proceso en una cadena productiva. Todos estos valores los tenía Elisa, mientras que a Eduardo su nula experiencia laboral terminó con coartarlo.
Dos. Se trata del crecimiento, no de nacer grandote. Son palabras fuertes, lo sé, pero un currículum debe ser coherente con la experiencia de quien lo sustenta. Seguramente Eduardo pensó que un puesto como el que aspiraba estaba a la altura de sus capacidades, al saber que no contaba con experiencia laboral aceptaba que el sueldo podría ser un poco más bajo, pero del otro lado, el director piensa que podría estar sobrecalificado para el puesto, que normalmente la gente que acepta bajo estas condiciones se aburre muy rápido y buscaría la manera de subir lo antes posible hasta alinearse al punto en el que cree que debería estar.
Pero aquí no acaba la historia. Un año después, Elisa decide estudiar una maestría. Pensando en la carrera que ha desarrollado en la empresa editorial considera las siguientes opciones: una mestría en diseño editorial podría ayudarle a potenciar sus habilidades de diseño y convertirse con el tiempo en la directora de arte de la empresa. Con un título de posgrado tendría una ventaja real sobre posibles contrincantes para el puesto conjuntando experiencia, conocimiento y actualización en el tema. También podría estudiar un MBA, el cual podría combinar con sus habilidades editoriales y pensar en aplicar en puestos de empresas similares con un perfil más directivo, en donde implique conocimientos avanzados de administración que le permitan gerenciar una empresa en el punto más alto. Será capaz no solo de diseñar libros, sino de crear planes de negocio y estrategias que ayuden a generar más valor. La última opción es una maestría en diseño de moda, algo que siempre le ha gustado, y aunque no tiene experiencia alguna en esta industria, bien puede tomar de ésto los suficientes conocimientos para comenzar a empaparse de algo que le atrae y que no perderá nada probando.
Finalmente tanto Eduardo como Elisa tendrán una maestría, solo que en tiempos y con consecuencia diferentes.
Ahora, ¿realmente Eduardo se equivocó al querer hacer una maestría justo al salir de la carrera? No precisamente, más bien su error fue haberla cursado sin estar acumulando experiencia laboral. Y es que hoy en día, lo más recomendable es que incluso antes de terminar la licenciatura, los estudiantes puedan hacer carrera laboral, sea como becarios o medio tiempo independiente al servicio social. La mayoría de las maestrías están pensadas en gente que trabaja y por lo mismo, los horarios y cargas de trabajo no son tan exigentes como los estudios de licenciatura (Existen algunas excepciones, pero son las mínimas). Muchas universidades ofrecen que con una especialización o maestría podrá contar para titularte, solo que no descuides nunca el aspecto laboral.
Muchos estarán pensando que maestrías en el extranjero, en Estados Unidos por ejemplo, son tan exigentes que requieren el tiempo completo para terminarlas.
Ahí es justo donde no encajan nuestros sistemas laborales, mientras un norteamericano con buenas notas tiene el camino allanado para conseguir un empleo que pague la inversión en su maestría, en México nos enfrentamos a una realidad muy distinta, la maestría en el extranjero puede ser una carga muy pesada de llevar que nos hará ver como sobrecalificados.
Así que recuerda, estudiar una maestría siempre será recomendable en cualquier momento de tu vida, solo que debes vigilar tu entorno y no perder de perspectiva la experiencia laboral, en la gran mayoría de los casos una cosa siempre ayudará a la otra.