Según la Real Academia Española la creatividad puede definirse como la facultad y/o capacitación de crear. Otros dicen que la creatividad es la capacidad de generar nuevas ideas o conceptos. Parece que hasta hay una definición para cada disciplina y campo: un artista y un científico comprenden de forma distinta el concepto de creatividad. Hasta existe la profesión del creativo publicitario.

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Libros, cursos y seminarios que nos enseñan cómo ser creativos. Y, como si fuera poco, hasta existen listas de características que nos califican como personas creativas. En fin, ¡una gran locura!

La creatividad como acto incomprendido

“Juan es muy creativo, tiene mucha imaginación”. “Dejemos que María haga el trabajo porque tiene mucha sensibilidad estética… seguro se le ocurre algo creativo”. Muchos se describen como personas creativas. Imagino que lo dicen con conciencia y conocimiento de causa pero tengo mis dudas. Escucho hablar de la creatividad como si fuese un concepto totalmente evidente y terrenal, como si todos supiéramos a ciencia cierta de qué se trata. A pesar de que a través de la neurociencia día a día cada vez es posible conocer más acerca de los misterios de nuestra mente, no dejo de pensar en el aura mística de la creatividad, a la manera de un talento misterioso innato en todo humano.

Es una palabra que me genera hastío y desánimo. Su representación en imágenes es degradante y aborrece. Vital, amiga de lo positivo y lo diverso. Enemiga del orden, la escrupulosidad y el tedio.

Venero y adoro aquello que algunos comprenden como ‘creatividad’ pero creo que se trata de esas ideas que, al intentar bajarlas a palabras, pierden total significado. Es inefable: la creatividad se encuentra a kilómetros del mundo de las palabras; como expresa Borges en el Aleph: “(…) y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.”

La creatividad como acto terrenal

Raras veces me encuentro con un acto creativo, tanto propio como ajeno. Personalmente, lo considero preciado y cercano a lo sublime. No me considero creativo pero sí me considero una persona que cuenta con la disposición de trabajar de una manera creativa. Creo que todos somos capaces y disponemos de dicha habilidad pero, como dijo alguna vez Truman Capote, la mayoría nunca lo llega a percibir.

Repito: no me considero creativo. Me considero irracionalmente curioso y creo que la curiosidad nos permite conectar y asimilar cosas. Paulo Freire dijo que “no habría creatividad sin la curiosidad que nos mueve y que nos pone pacientemente impacientes ante el mundo que no hicimos, al que acrecentamos con algo que hacemos.” La curiosidad puede frenarla el miedo y puede cansarse pero no se cura. Parecería que la confianza es un pilar de la curiosidad, y en consecuencia, de la creatividad. Podemos llamarlo confianza o irreflexión. En cualquier sentido, es tener la seguridad de que aquello que acometemos saldrá bien. Es un acto de fe: para crear, primero hay que creer.

De este modo, parece fundamental la existencia de una proyección. El furor de la inspiración no llega si antes no hicimos nuestra tarea. No llevar el equipaje necesario y no estar esperando en la estación en el momento en que llega el tren no nos va a convertir de ninguna manera en descubridores permanentes de nuevos problemas. Establecerse un objetivo claro parece ayudar a encontrar aquella zona donde abunda la profundidad y la simpleza.

Escuché innumerables veces que para permanecer jóvenes tenemos que estar permanentemente en estado de curiosidad intelectual. Entonces, ¿quién no más curioso que un niño? Parece haber una relación intrínseca entre la curiosidad y la creatividad, dada por la juventud y la extraña presencia de un niño en todo humano. Al niño, dueño de una mirada curiosa y embriagada frente al mundo, todo se le presenta como algo nuevo y curioso. Ese niño no se encuentra sometido a la moral y al mundo adulto, lo cual le permite esa alegría y libertad con la que absorbe la forma y el color o, en otras palabras, lo que para el artista es la inspiración.

La creatividad como acto sagrado

Resisto lo más posible a la democratización de lo creativo como moneda barata, como acto de existencia abundante. No me considero a la altura de poder discriminar qué es creativo y qué no así como tampoco sé donde buscar lo creativo pero, sin dudas, prefiero buscar en la periferia. La creatividad no se trata de una manera de ser, sino de una forma de ver y, en consecuencia, actuar. Así como dijo David Bowie, encuentro la real esencia de la creatividad innovadora y excitante por fuera de la sociedad convencional.

Para cerrar, me gustaría pensar en la lógica binaria tan preponderante entre todos nosotros, seres racionales y categorizadores. El pensamiento binario es, entre tantas otras cosas, esa creencia de que hay dos lados de una discusión cuando ciertamente hay innumerables opiniones y puntos de vista más allá de los dos que se presentan. Cuando se muestra un punto de vista la cuestión parece tirana pero cuando se suma esa segunda opinión conciliadora dejamos de buscar otras alternativas.

La bipolaridad y la categorización tienen poco de divino al compararlas con lo creativo. No es a través de líneas, límites y distinciones que la creatividad despierta. Pero cierto es que la mente humana desarrolló, por alguna razón, una necesidad de acotar y demarcar el mundo, que terminó volviéndose en un vicio enceguecedor. Nos fascina pensar a modo de mapas y territorios, en elementos con un interior y un exterior, en un aquí y un allá; pero lo cierto es que, en nuestro mundo, difícilmente encontremos esa línea que demarca el borde y comienzo del mar.

La belleza, inefable como la creatividad, no se encuentra en el mar ni en la tierra. Se encuentra en el devenir constante que acontece entre esos dos elementos. Como expresa Baudelaire, “por mucho que se ame la belleza general, que expresan los poetas y los artistas clásicos, no por ello es menos equivocado descuidar la belleza particular, la belleza circunstancial y los rasgos de las costumbres”.

No pretendo haber dado ninguna respuesta, sino despertar preguntas. Como bien dijo Alex Osborn, la pregunta es una de las más creativas conductas humanas. La pregunta nos hace olvidar la existencia de un interior y un exterior. En japonés, el término “engawa” designa a la franja del piso, hecha de tablas de madera, que corre a un lado y al otro de las puertas y ventanas. El principio de interior/exterior no califica puesto que justamente, el o la engawa no está ni en el interior ni el exterior, sino que es algo inasible ubicado en medio. La creatividad nos libera del pensar restrictivo, nos hace olvidar de esas dos cajas en las que dividimos el mundo. La creatividad es capaz de llevarnos a los límites de la realidad y alejarnos de la dicotomía totalizadora.

Entonces, ¿eres o no una persona creativa?