Este año, David Lynch nos ha sorprendido con variados lanzamientos, desde sus nuevos lanzamientos musicales hasta The Entire Mystery, un lanzamiento de Twin Peaks, serie y película junto a 90 minutos de escenas eliminadas en Blu-Ray, pasando por el reciente comercial de esmalte de uñas. Entonces, ¿qué mejor momento para volver a hablar de un clásico como es Mulholland Drive?

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“Los sueños verdaderamente importantes son los que tienes cuando estás despierto, ya que cuando duermes no los controlas. A mí me gusta sumergirme en un mundo onírico que yo he construido o descubierto; un mundo que yo elijo”, afirma David Lynch. Mulholland Drive no es simplemente una de las obras más controvertidas del cine, sino que además el tiempo no la termina de ubicar en su sitio. Sin duda alguna, la película da cuenta de que uno se encuentra ante otra magnífica obra del creador de Twin Peaks, David Lynch.

Curiosamente, la idea de la historia de Mulholland Drive surgió cuando su serie de televisión todavía estaba al aire. La serie hubiese continuado con una tercera temporada con el personaje de Audrey Horne en el papel del personaje de Naomi Watts. Es remarcable, de esta forma, la cantidad de similitudes entre ambas obras: el enfrentamiento de la luz y la sombra, la sensación constante de incomodidad, el suspenso, los múltiples enigmas, la música de los 50´, los personajes asimétricos e irreales, los raros mafiosos, el sexo, el erotismo, el surrealismo, la temática del Doppleganger, las cuestiones de identidad y los personajes simbólicos. Además, no se ha de olvidar el juego que compone la siniestra música de Angelo Badalamenti, quien, tras trabajar como pianista y acompañante de cantantes como Shirly Bassey, y en alguna que otra película, se puede considerar que su auténtica entrada en el mundo del cine fue gracias a David Lynch en “Blue Velvet”, iniciando así una larga colaboración que se prolonga hasta hoy. La música de Badalamenti se caracteriza por sus lánguidas y sinuosas melodías así como sus múltiples aproximaciones al jazz.

La siniestramente apocalíptica apariencia en la que se encuentran inmersos los atormentados rostros sumidos en un hosco silencio no da otro mensaje, precisamente, que el del silencio. La ausencia de aquel contra-plano que muestre al otro que se está observando se vuelve necesaria para comprender la escena. Pese a eso, el otro es quizás la única posibilidad de que el sujeto real perviva en la coyuntura y descifre que su vida no es más que un paso infinito.

David Lynch ha definido a Mulholland Drive como una historiaextremadamente lineal que se divide en tres bloques: “1º- Se encontró dentro de un misterio perfecto. 2º- Una triste ilusión. 3º- Amor”. Tomada de los sitios más recónditos del universo onírico, la obra resulta ser un delirio, que paradójicamente pareciera ser sumamente coherente. Como resultado, se encuentra abierta a todo tipo de interpretaciones y a generar ambigüedad.

Lynch se encuentra fuertemente influenciado por artistas tales como René Magritte, Marcel Duchamp, Francis Bacon, Edward Hopper, Billy Wilder, Karl Freund, Stanley Cortez, etc. En primer lugar, la introducción de una simbología, al estilo de Magritte, hace presencia en las obras del director. En segundo lugar, de Duchamp se observan las escenas ambivalentes, cuyo significado parece inalcanzable. En tercer lugar, por parte de Bacon aparecen las imágenes de carne y cigarrillos, junto con el contraste entre colores. En cuarto lugar, por parte de Hopper se observan las desoladoras imágenes, serenas y perfectamente compuestas, en las que el vacío adquiere una importancia fundamental; como es el caso de “The Straight Story”. En quinto lugar, las fotografías de Freund en Metrópolis y de Stanley Cortez en “Night of the Hunter” muestran aquel aspecto siniestro de pesadilla. En sexto lugar, respecto de Billy Wilder, se ha de destacar la gran influencia que significa “Sunset Boulevard”, de la cual Lynch toma numerosas ideas en lo que respecta a la puesta en escena y la composición de personajes.

El origen de Mulholland Drive se encuentra en el desdoblamiento de la realidad, donde universos múltiples son presentados fatal y silenciosamente. El uso de imágenes frías de gran nivel artístico, las gesticulaciones maníacas de los personajes y los enfoques cerrados en primera persona enmarcan a la mente del espectador, ansiosa de encontrar una explicación, en un laberinto donde nada se encuentra allí por casualidad. La atmósfera no mantiene una constante, sino que varía con los distintos segmentos narrativos condicionando a cada momento la interpretación subjetiva del espectador. En otras palabras, se dirá que la estética no sugiere ningún significado unánime, sino que cada espectador creará su propia imagen de la película. Por eso es que cada escena posee un trabajo diferente en relación a las necesidades expresivas de la misma, sin tener que sujetarse a la continuidad estética de la totalidad de la obra.

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La luz blanca con un ligero desvío al amarillo obtiene calidez y los colores rosáceos, los suaves contrastes y los brillos, evidenciados en superficies metálicas y en el pelo de los personajes, cobran valor en la composición alejando a la obra del realismo, acercándolo al carácter tenebrosamente fantástico.

No se debe olvidar que no es parte de la expectativa narrativa intentar normalizar este viaje. No obstante, acuñarle el término surrealista a Mulholland Drive puede no ser pertinente debido a que habría que considerar si aquellas escenas se corresponden con determinadas connotaciones expresivas del surrealismo y si, precisamente, supusieron la intención de David Lynch.

La historia se enmarca en el universo de los grandes estudios de Hollywood – la ciudad de los sueños – a modo de una aventura atormentada de fantasía febril, donde Lynch hace una clara crítica de la industria.

Los tonos marrones son tan omnipresentes que un destello ocasional de color una llave azul, el rojo rubí de los labios, etc.- se destaca vívidamente en el contraste. La elección de una atmósfera con abundantes tonos marrones permite la efectiva idealización de los sueños, donde la ausencia de detalles y la confusión son comunes. Lo opaco de los tonos marrones sitúa en posición central a aquellos destellos ocasionales de color donde el soñador hace énfasis. Desde el lugar del espectador, las posibilidades de detectar detalles son sin embargo mayores, permitiendo realizar un análisis profundo del sueño.

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Hollywood es presentado ante las tinieblas de la noche, en su lado oscuro; acompañado de acordes desdichados, creando un estilo visual único que se sumerge en el mundo de lo paranormal. Así, los tonos graves presentados en los créditos iniciales acompañan al tiempo lento y a las imágenes del coche a través del oscuro paisaje de Mulholland Drive, logrando la inmersión del espectador en una atmósfera fantasmagórica y contrastante con la secuencia de baile anterior, en la que el compositor había utilizado instrumentos de viento y percusión con un ritmo rápido. En otras palabras, esta introducción dinámica sirve como transgresión a la siguiente secuencia donde la siniestralidad del accidente es acompañada con la frialdad de una melodía tediosa, simple y con el foco en una limosina abriéndose paso en la oscuridad de la noche.

El uso de los enfoques en primera persona reafirma la visión onírica e interior del protagonista, quien se encuentra en un viaje confuso a través de la realidad y la ilusión; tratándose, de esta forma, de un psico-viaje inexplicable desde ninguna lógica posible. Sin embargo, evidentemente no se debe limitar a la película la comparación con una obra abstracta ya que, por retorcida que sea, relata una historia. A la vez, también se combina el uso de la cámara en tercera persona para denotar el estado de tensión silenciosa en el protagonista, dando una sensación de que el surrealismo podrá tomar las riendas constantemente.

La música y la imagen hacen a la interpretación de la trama en un universo sin coordenadas, al igual que ocurre con el sueño, ese estado de reposo uniforme donde el inconsciente hace presencia, presentando las piezas de un rompecabezas por separado. En consecuencia, se muestra que todo está permitido en ese universo onírico vacío. Por un lado, las transiciones de humo negro y esfumado entre escenas permiten al espectador trasladarlo hacia las indefiniciones del tiempo y la vida.

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Por otro lado, y conjuntamente, la música acompaña al ambiente en un juego absurdo, haciendo uso de ella dependiendo de la situación, donde de un segundo a otro la atmósfera escénica puede cambiar. Las perturbaciones sonoras y las cacofonías ambientales de algunas estridencias están fundadas en esa aura de desconcierto, secreto, deformación y segmentación del sentido y la identidad de la obra entera. Mayoritariamente, aquellos sonidos son ruidos en off o alejados del campo visual, de los cuales se desconoce su origen pero, sin embargo, son pertinentes para la tensión del encuadre. David Lynch le propone al espectador entablar una relación con la protagonista, porque la protagonista es la espectadora de su sueño y, tanto el espectador como la protagonista buscan una respuesta al conflicto.

La filmografía de Lynch comprende una introspección, más que hacia la revelación de la verdad, hacia las paradojas que plantea el hábitat del absurdo, donde personajes inconexos interactúan en busca de su propia identidad.