En pleno apogeo de las amenazas del gobierno del país vecino del norte, la mesa de análisis durante un noticiero nocturno se torna abrumadora: hablan expresidentes, periodistas, analistas y cuanto conocedor del tema para dar su opinión. Ninguna es optimista, todas están encaminadas a cubrir la catástrofe que las nuevas políticas proteccionistas y antimigratorias han desatado.

Es casi imposible no preocuparse o ignorar los cambios que está provocando en nuestra vida diaria, sumando el costo de la gasolina y la devaluación del peso, avisos de que las cosas estarán difíciles en los próximos meses.

Me gusta dibujar mientras escucho a los comentaristas y en cinco minutos de inspiración escribo en Facebook:

«¡Hey!, soy mexicano, me esfuerzo todos los días para hacer las cosas bien, por creer que soy competitivo, que puedo hacer cosas grandes, que vivo en un país grande, con gente grande, porque yo lo pienso y no estoy esperando que un extranjero venga y me lo diga.
Soy mexicano, y quiero pensar que eso suma, que cuando me vean piensen en alguien honrado, productivo, que se levanta todos los días pensando en Dios y patria, que piensa qué puedo hacer para ser mejor persona, que no da mordidas, que no tira basura, que respeta las leyes, quiero que cuando me vean, vean a un mexicano, porque yo soy México.»

Este pequeño texto resume lo que escribí hace tiempo en un artículo titulado Diseñado en México, porque yo soy México bajo el argumento de que cada cosa que hacemos moldeamos al país, le damos esa forma que permanece viva y está en constante movimiento. Implica obviamente fortalecer y destruir clichés y la manera en que asumimos la cultura que heredamos, parte de nuestro ADN al haber nacido y crecido en México.

Si miramos con atención, gran parte de la problemática en cuestión tiene que ver con dos factores: errores históricos que no hemos sabido manejar, tales como la migración, pensando que quienes se van a buscar oportunidades es porque como país hemos bajado nuestra competitividad; y el segundo responde más bien al hecho que somos vecinos de la nación más poderosa del mundo y económicamente sería un suicidio no tener tratos comerciales con ellos.

Fue esa misma noche en la que diseñé un pequeño ícono bajo el argumento que engloba la visión general: Yo Soy México, porque para bien o para mal, este país se forma de los actos interdependientes de cada uno de los individuos que nos decimos mexicanos. Si tomamos esto como visión de partida, tiene sentido hacerlo consciente y encontrar la forma de transmitirlo.

Yo Soy México cambió por el nombre propio: Mario es México. Esta idea se combinó con la adrenalina del momento de haber encontrado una fórmula que encaje con el momento que como país vivimos: íconos personalizados en los que cada quien pueda hacer de esta frase su argumento al tomar conciencia. No al revés, que es la manera en la que funcionan casi todas las campañas de Facebook y demás redes, en las que nos casamos con ideas y protestas al mismo ritmo que las encontramos y con la misma facilidad desaparecen una vez que pasamos a la siguiente.

La idea funcionó: el ofrecimiento inicial de hacer íconos personalizados pasó de 30 la primera noche a más de cien unas ocho horas después. Las notificaciones no paraban y todos pedían el suyo al tiempo que mi mano se cansaba de rotularlos a mano. Los primeros tres días hicimos más de la mitad de la lista que hoy rebasa los 800 nombres. Pronto se sumaron voluntarios, Laura Gabriela Rojas para ser justos, que vive en Florida, para ayudarme con la tarea de organizar nombres, contestar correos y mantener comunicados a quienes de buena fe solicitaban sus nombres, a quien agradezco enormemente su apoyo para sentarse pacientemente a esto, después de terminar sus labores como profesionista y madre.

No se trata de un ejercicio para mejorar la caligrafía, más bien, un acercamiento a la mentalidad de muchos que conviven con las mismas ideas y que encontraron una voz que les permitiera dar testimonio de que el cambio comienza con uno mismo. El diseño es sencillo, pero poderoso, lo suficientemente legible para que lo puedas ver en un celular y reconocerlo; la letra gruesa, con propósito y ese toque que deja ver lo artesanal de cada nombre, hecho individualmente para reflejar ese mismo acercamiento, y aunque no conozco a la gran mayoría, ya tenemos un vínculo que nos une. Usando un iPad y Adobe Sketch el sistema de trabajo avanzó y nos dio velocidad y destreza para cumplir en tiempo, antes que se nos olvide.

Yo Soy México no es un acto egoísta, no critica el gobierno —ni el nuestro ni el de EUA—, por el contrario, es testimonio individual que nos permite pensar cada vez que estemos en contacto con él sobre lo que hacemos, lo que pensamos y el país que queremos.

Nota: Seguimos recibiendo nombres, seguimos rotulando. Búscanos en Facebook como YoSoyMéxico.

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Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.