Se le conoce como Azul Maya a un pigmento histórico creado y elaborado por la cultura homónima que habitaba la península de Yucatán. Esta tintura tiene un color intenso, así como su significado, pero la verdadera importancia radica en que gracias a su preparación aún se conserva brillante y casi intacto sin desvanecerse con el sol, aunque algunas piezas tienen 1600 años de antigüedad.

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Actualmente no existen registros exactos de la receta para su elaboración, pero diversos estudios se realizaron con muestras del pigmento; como la de H.E. Merwin en 1931 y la de R.J. Gettens en 1942, quien bautizó al color con ese nombre, pues se creía que era exclusiva de dicha cultura, aunque más tarde se encontró sitios arqueológicos como Tajín, Tamuín, Cacaxtla, Zaachila, Tula, y en el Templo Mayor de Tenochtitlán.

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También existen investigaciones como las de Constantino Reyes-Valerio, un químico mexicano que realizó varias pruebas para aproximarse a los métodos utilizados por los indígenas para elaborar el Azul Maya, que cabe mencionar está elaborado con el pigmento añil obtenido del machacamiento de las hojas y tallos de la planta indigo (Indigofera suffruticosa) y distintas arcillas como paligorskita, atapulgita, sacalum, montmorillonita, éstas últimas agregadas como fijador para que no se desvaneciera con el sol.

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El procedimiento constaba de cinco fases principales: primero la maceración de las hojas de añil en agua arcillosa, el filtrado de éstas para eliminar los residuos sólidos, después la oxigenación de la solución, colarlo nuevamente y posteriormente una cocción del pigmento a altas temperaturas para que estuviera listo para usarse.

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Este color se utilizaba en ceremonias para Chac, el dios de la lluvia, por lo que las personas que serían sacrificadas se les untaba una preparación para que así se distinguieran. En general (en los murales, figuras y vestigios) se relaciona esta tonalidad con las ofrendas de sangre. El Azul Maya continúa sorprendiendo a los historiadores, dado que algunas pinturas datan del 300 – 450 d.c. y aún conservan su tonalidad brillante, por lo que su preparación debió haber sido un proceso hecho con sumo cuidado.