¿A qué se dedica un diseñador? No está nada mal de vez en vez hacer un recordatorio de nuestras bases, de regresar al génesis de lo que hacemos para entender realmente nuestra aportación después de haber estudiado y practicado el diseño por largo tiempo.

En 1993 fui a unas conferencias donde el expositor afirmó: «Prepárate para que tus papás nunca entiendan qué haces para ganar dinero». Entre broma y broma, cuando terminé la universidad efectivamente la mayoría de la gente no sabía para qué existía una carrera llamada diseño gráfico. A qué nos dedicábamos.

Hoy, cada vez que Google le hace algún ajuste a su logo nos volvemos locos con tanta gente preguntándonos qué opinamos sobre ello. Eso es bueno, no sólo ya estamos en el mapa, sino que la población normal sabe que hay un área que se dedica precisamente a eso, a proponer colores, tipos de letra, espacios y tamaños.

Y es que el diseño sirve precisamente para que una marca no esté desnuda, para que alguien pueda leer una señal en la carretera y llegar a su destino, para que cuando aprietes un botón en internet te lleve al home page sin la necesidad de que diga «Home Page». Sirve para que leas un libro, para que te sientes en una silla por horas sin cansarte, para que no tengas que leer las instrucciones sobre cómo usar una App, para que sepas cuál es tu talla, para que encuentres la salida, para que sepas dónde está Zara en la plaza comercial. Para tantas cosas sirve el diseño, que hoy en día es imposible alejarse de él. Está incluso en las cosas invisibles que no te das cuenta, como las llantas de tu coche o el tenedor que usaste para comer ayer.

Y es que prácticamente todo lo que el ser humano crea tiene diseño, a veces con un propósito más estudiado que otros, pero finalmente se ve y se siente todo el tiempo.

Como empresa, poner en la balanza si es necesario contratar o no servicios de diseño es tan ocioso como decidir si salimos a la calle vestidos o no. Es la calidad de la ropa, las combinaciones y nuestro estilo personal lo que debemos definir para determinar a quién contratamos. Hay quienes únicamente salen los sábados de su casa para comprar quesadillas en el tianguis, por lo que una playera, jeans y tenis harán su parte, contrario a quien tiene una boda, que debe preparar su atuendo con mayor tiempo y de forma más precisa. De la misma forma, un despacho de abogados no requiere un diseño tan intenso como una marca comercial que constantemente se está promocionando, tanto a ella como a sus productos. Por eso el despacho difícilmente requerirá de un diseñador interno o de planta, la marca comercial sí.

Es por ello que también resulta tan difícil no sentirse afectado cuando encontramos a alguien que ofrece su diseño a precios irrisorios, pero nuestro pensamiento, más bien, debe estar centrado en este argumento, que así como la ropa tiene diferentes calidades que se enfocan a lo que el usuario está dispuesto a invertir, contra la calidad; así como la efectividad del mensaje que una prenda te da, de la misma forma el diseño debe servir de vehículo a la medida, no solo en cuanto al gusto de quien lo necesita, sino a sus posibilidades de pagarlo. Es entonces un producto hecho a la medida, difícilmente estandarizable o regulable, pero que de algún modo debemos aprender a controlar, tanto en su entorno, como en su función.

Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.