En México son las siete de la noche y en Nueva Zelanda, desde donde nos habla Eduardo Benítez, son las tres de la tarde… del día siguiente. Como si hiciera contacto desde el futuro, este diseñador industrial asegura que en México hay poca relación entre  tecnología, estética y funcionalidad.

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“El diseño industrial se limita en muchos casos a la elaboración de muebles artesanales con alto costo económico que en muchos casos convierte los productos elaborados en objetos de deseo elitistas; en contraparte, encontramos propuestas interesantes, generadas por mentes mexicanas, que al no contar con un mayor apoyo económico, no adquieren los elementos estéticos y funcionales que hagan posible su comercialización.

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Ingeniero biónico por el Instituto Politécnico Nacional (IPN), con maestría en diseño industrial por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Eduardo Colabora en la actualidad con el Human Interface Technology Lab New Zealand (HIT Lab NZ), donde diseña y elabora robots que se usan, por ejemplo, para estudiar interacciones humanas. Sus prototipos se han probado con personas autistas quienes se expresan con las máquinas de una forma más natural que si lo hicieran con otros seres humanos.

Benítez considera que el diseño industrial mexicano y de América Latina debe centrar sus esfuerzos en crear productos que logren una buena amalgama entre estética y funcionalidad, tal como lo han logrado en tantos países marcas enormes como LG, Samsung y tantas otras.

Otra de las desventajas que detecta es que la planta docente en el diseño industrial ha envejecido: “muchos de los profesores especializados están desde los años 60, cuando surgió esta especialidad derivada de las carreras de arquitectura y diseño”.

“La herramientas técnicas con las que me encontré en mi etapa de estudiante estaban alejadas de los aspectos psicológicos y sociales que permitieran aterrizar mis ideas en propuestas útiles y funcionales para la vida diaria”.

Eduardo es integrante de la Red de Talentos Mexicanos en el Exterior, capítulo Nueva Zelanda, donde se coordinan la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y las autoridades de aquél país del continente Oceánico.

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