Tratando de aprovechar cada minuto de la mejor manera me desvío con mi auto por la ruta larga pero más placentera y vistosa en mi regreso al estudio. Todo se recorre entre el disfrutar y el llegar a destino lo antes posible con el solo fin de cerrar a tiempo esos temas que abrirán y darán lugar a los nuevos. Una lucha voraz contra el tic tac, malvado espejismo que manda y demanda por cada segundo.
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En un raid a ritmo de zapping por el dial de la radio del auto en mi viaje descubro a una mujer con vos de panelista de temas referentes a educación que me hace detener y detenerme en el tiempo para pensar en el concepto que ella estaba manejando. La persona en cuestión desliza que un estudiante recibido de cualquier carrera necesita unas diez mil horas más posterior a su graduación para terminar de construir su profesionalismo y el dominio de su materia. Su columna se cerraba planteando que los tiempos educativos están a contra pie de los deseos en los que vivimos hoy de inmediatez y practicidad en lograr los objetivos profesionales lo antes posible.
Me cuadra y encaja lo dicho por esta mujer con algo que horas atrás había pensado en relación de mi acción profesional. Haciendo un repaso, de los tantos que mi cabeza hace, me encontraba viendo que unos diez años atrás cuando tenía digamos treinta y cinco había empezado a sentirme cómodo y seguro con el acto de diseñar. No es que antes transpiraba o no dormía con cada trabajo, sino que a partir de más o menos ese momento tenía o había adquirido un pulsar distinto interior, una manera diferente de ver y sentir las cosas.
Quizás las horas necesarias me habían llegado para ser la ofrenda a mi profesión, algo así como lo que dice Julio Cortazar con uno y el reloj, piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Que manera más alocada de quedar atrapados en nuestra propia idea y en todos los deseos que se nos cruzan a cada segundo porque el tiempo no tiene paz. Podríamos definir al tiempo como eso que pasa cuando no pasa nada pero si no pasa nada no avanzamos y ahí nos encontraremos que de todas las dimensiones es la única que tiene un solo sentido, que es irreversible, no hay un camino para atrás. En el fútbol podemos aplicar el consuelo cuando decimos que da revancha pero siempre lo sucedido ha quedado escrito en la historia.
Etienne Klein físico francés dice que estamos presos del tiempo dado que no podemos elegir nuestra posición en él pero si somos libres de poder elegir nuestro lugar en el espacio.
Cortazar nos vuelve a poner de frente al tiempo de manera muy inteligente y nos lo dice así: Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
Hablemos de nuestros tiempos
Quiero que las cosas sucedan ya, todos queremos que las cosas estén lo antes posible y como eso no nos alcanza creamos frases como “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy“, debemos y estamos como obligados a llegar cuanto antes, para eso buscaremos los caminos menos escabrosos para poder lograrlo. Pero, nos detuvimos a preguntarnos a dónde tenemos o queremos llegar? Entiendo que sin esta pregunta se nos hará muy difícil entender nuestro presente y la valoración de lo que estamos haciendo ahora.
No me gusta proponer lo íntimo o los gustos personales como ejemplo pero me es muy útil traer mi experiencia en el correr grandes distancias para desarrollar la idea. Podría decir que haciendo esta actividad empecé a diseñar mejor, con una idea más sólida y mensurada de la tarea que realizo. En el correr las cosas suceden más o menos así, con el primer paso se dispara un derrotero por alcanzar un objetivo. Objetivo que seguro tenga uno mucho mayor por delante pero que sin la conclusión de este será imposible de lograr. Todo esto se sostiene por cada paso y acá es donde uno comienza a ver de mejor manera cada zancada, con más respeto y cuidado. Uno empieza a aprender a trabajar en tiempo presente, a serenar el ya, a saborear la tarea porque cuando cruzás la meta del objetivo ves bien por qué estás ahí, podés explicar todo lo que sucedió aunque llores de emoción que tiene poco de racionalidad.
Entiendo que se puede fundamentar porque uno pudo trabajar el tiempo físico, el que transcurre indefectiblemente y del que antes decíamos que somos presos.
El diseño y el tiempo
En momentos donde vivimos dominados por el “ya soy” beneficiados por la herramienta que nos permite hacer y ser, el diseñador se encuentra enterrado bajo una montaña de sin razones para explicar una infinidad de por qué. Los procesos formativos y los pasos firmes son de vital importancia en las construcciones de cualquier índole. Traer la idea del tiempo a este espacio donde podríamos hablar de lo que sucede en el llano me inspira a pensarnos dentro de problemáticas más que de soluciones del cómo hacer las cosas.
Como diría el hombre baquiano dotado por la sabiduría de la naturaleza “tiempo al tiempo” sabiendo que las cosas no se pueden apurar, que la gestación es de nueve lunas porque la única forma de atravesar esta gran incógnita llamada vida es con sabiduría.
Todos somos presos en mayor o menor manera de nuestros deseos que en más de una vez son dictados por el anuncio del ¡llame ya! y del que seguro debemos de liberarnos para vivir paradójicamente con libertad.
Ser diseñador es una profesión de tiempo completo como tantas otras, donde el paso y tu mirada son el pilar para saber a dónde vas. El tiempo es una circunstancia que acelerarla por demás solo retrasará o confundirá tu andar. Así como dice Julio si el halagado será el tiempo debemos trabajar duro para ser el mejor de los regalos.
Nota: estas líneas están dedicadas a quién dedicó su preciado tiempo a perseguir noblemente nuestra sonrisa. Gracias Chapulín.