Todos sabemos de colores exclusivos de marcas que nadie más puede utilizar sin su consentimiento, esto se debe a que las compañías lograron patentar el tono como algo que ellos produjeron. Para lograr lo anterior fue necesario un arduo trabajo legal y por supuesto una relación privilegiada entre el tono, la empresa y los consumidores.

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Para que las personas relacionen un color directamente con una marca, debe existir un distintivo o una asociación directa, para ello fue necesario un determinado tiempo transcurrido, que el tono fuera novedoso e innovador o que un producto fuera demasiado exitoso.

Posteriormente las compañías comprendieron el poder que tiene ese color para su marca y se debieron enfrentar a un arduo proceso legal en la que debían demostrar que ese tono “les pertenecía”, cosa que en ocasiones no fue nada sencillo y les valió disputas constitucionales.